Páginas

lunes, 6 de agosto de 2018

Balada a mí amante


Balada a mí amante.
Él sobrevolaba los andenes,
ingrávido, perfecto,
sobre el gris del otoño ferroviario
como una fresca pincelada blanca,
desde su camisa,
hasta su figura completa.
iba y venía holeando de memoria,
el tedio de la espera cotidiana,
es ajeno a la honda espera,
espera que en su pecho,
el tiempo riguroso sazonaba.
Y yo llegué de repente,
como llegan las nuevas que sacuden las entrañas.
pegado al vidrio de la ventanilla,
su rostro niño al hombre delataba:
Ángeles comprensivos  cuchicheaban: 
-“obedientes se encuentran dos miradas”
- “¿Es el príncipe azul de la leyenda?”
“¿Es la presencia de los cuentos de hadas?”
por un instante, que mendiga otro,
la eternidad en su mirar recala.
pero la eternidad es frágil,
quiébrese con un férreo tañido de campanas.
Tiemblan los dos
y tiembla el aire y tiembla…
Balada a mi amante,
en ese instante nos amamos con total intensidad,
el amor vibró en nuestras almas todo
pero el tren inexorable marcha
y los ángeles tristes
apenados se alejan cabizbajos,
empañada la voz quebradas las alas.
Ella queda apenada,
tan exánime,
que no derrama una sola lágrima
su alma se esconde sobre sus pechos ya no erguidos.
Él hunde la cabeza confundido y solitario.
En los andenes se ensaña el gris de la mañana
¿por qué los designios de los ángeles al rozarnos se apagan?
esta historia real y verdadera,
 para decir mucho,
para decir nada.

                                                                                              “El reloj cae      
                                                                                              y las olas se rompen
                                                                                              lápida y cruz” 

No hay comentarios:

Publicar un comentario