Caminos olvidados,
senderos transitados en el ayer,
no están entre los recuerdos
que dieron calor a mi corazón.
La vida,
vivida a pleno,
nos lleva por lugares y momentos sorpresivos,
penosos, pesarosos,
inquietos y de amores falsos
y verdaderos.
Caminos olvidados,
sin cercas ni trancas,
sin puertas con llaves ni candados,
abiertos a la vida para sentir,
amar y sufrir en momentos que se proyectan
al hoy y al mañana
si no los dejamos en el olvido.
Caminos olvidados,
trillados,
con huellas hondas y barrancos profundos
que dejaron marcas en nuestro corazón
pero que sensibilizaron nuestra alma
para que en el hoy sea transparente y diáfana
y dé todo su amor por todos los rincones
de este cercano mundo en el que vivimos
con fe y esperanza.
Caminos olvidados,
los vislumbro lejanos,
distantes,
entre curvas y vueltas perdiéndose en la nada,
me han dejado experiencia
y ganas de vivir a pleno.
Desde estos caminos olvidados nacieron
de a poco mis primeros poemas de amor,
senderos con palabras etéreas,
frases dulces,
letras que comenzaron a inundar mi mente
para enlazarse y caer,
sin darme cuenta,
en papeles traídos por el tiempo.
Caminos olvidados,
espejos del recuerdo,
mis pasos resonaron
en las aceras solitarias de la vida
y se perdieron en la cinta del eco enredados
entre el follaje entretejido de dolores,
alegrías, amores,
apurando la vida en la breve llama
de la inmensidad del tiempo.
Caminos olvidados,
me llevan en instantes a recuperar
la azucena jubilosa de la infancia,
a sentir el goce del primer beso de amor.
El ayer no fue sólo momentos de tristeza
ni de cansancio de los días,
ni de miedos con temores,
también fue un dichoso sendero
de música y de formas, de cantos y risas,
de amores vividos sin sombras ni pesares.
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