En
armonía con el viento,
los dos
creamos
la más pura armonía de reflejos
en
raudas ondas que flotan
en el
aire como una canción de amor.
Mis
lágrimas trepan
por la
lluvia y el sol
y mis
estrofas, mis palabras,
son mis
letras de papel.
Busco
en el viento,
poemas
que involucren
todo
nuestro amor
en cualquier rincón del mundo
con el
alma siempre colmada
de un
amor sincero y puro.
En
armonía con el viento,
nuestros
corazones saben guardar
en el
tiempo
todos nuestros secretos
de cada
momento vivido
sin penas ni lamentos
como
raíces y puentes
de la
vida en crecimiento.
¡Qué
gozo que no sean nunca iguales
las cosas que son las mismas!
¡Toda,
toda la vida es única!
Si el
vasto tiempo entero,
río
oscuro,
se
escapa por las manos
nos
deja prendas inmarcesibles
llamadas
días, horas,
en que
fuimos felices.
En
armonía con el viento,
nosotros
los amantes,
nos prometemos los siempres
con
almas y con bocas,
seguros
de no acabar
el amor
que sentimos,
el que
llega a tocar
el
techo de la eternidad.
Amor al
viento, en armonía de susurros
soy
pasajera de tus sueños,
tus abrazos son mis viajes sin retorno,
una mirada, un gesto
y se
desarman las voluntades de mi cuerpo.
En
armonía con el viento,
canto las odas de mi existencia.
Una
sonrisa, una palabra
y mis
versos se someten a tus besos.
Quiero
alcanzarte en mi penumbra,
quiero
posarme en la dulzura de tu calma.
Soy
amante del viento
y en
las altas llanuras de su éter,
te
busco en el rocío de agua
que al
amanecer me baña,
navegando
por mi cuerpo
en
silencio en una tarde de invierno.
Por las
curvas sencillas del viento,
desplazando su caudal de perfumes
en el
tiempo, en armonía
con el
rocío cósmico
en los
atardeceres espirituales
abraza
al son de canciones de amor
nuestros
mundos profundos y luminosos.
Quiero
volar
con el
ritmo armonioso del viento,
hacia ti, hacia las alturas del amor,
quiero
elevarme contigo
más
allá de las cumbres terrenales
hasta
el reino de la paz,
donde nuestra dicha
no pueda
ser perturbada jamás,
unidos
por siempre
en amor
inmortal.
En
armonía con el viento,
viajan
las nubes,
las
sacude con sus viajeras manos
y
nuestros corazones laten al unísono
sobre
nuestro silencio enamorado,
zumbando
entre los árboles,
orquestal
y divino,
entre acordes de canciones, risas y cantos,
llevando la hojarasca marchita
lejos, muy lejos
como
sustancia sin peso
y
fuegos inclinados.
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