Balada
de una soledad,
a
veces, el tiempo me lleva a volar lejos,
a
la soledad infinita, esa que no te deja volver,
a
amar.
La
eternidad es frágil,
que
busca como un férreo tañido de campanas.
Tiembla
el aire, tiemblo yo al pensar en ti,
que
no te tengo conmigo,
pero
esto debe quedarse en el pasado,
ingrávido,
lejano,
para que la vida vuelva a renacer,
plena
de amor nuevo,
cantos,
risas,
alegrías
sin par.
Balada
de una soledad,
dejo
atrás la tristeza, el llanto salado,
la
angustia inquietante, las ansias locas de volver verte,
y
aunque me alejo cabizbaja,
empañada
la voz,
quebrada
el alma, triste, exánime,
no
derramó ni una sola lágrima,
todo
debe ser ya muy nimio,
para
decirte mucho, poco o nada,
de
que lo nuestro terminó,
ya
para siempre.
trataré de que mi voz en tímidos fanales,
de
un nuevo amor encienda en el ancho viento,
renovados
ventanales en mi propia perplejidad,
en
movimiento.
Balada
de una soledad,
no
puedo creer que yo no sienta el dolor tan intenso,
que
recorrió mi cuerpo enajenado,
ahora
aguarda que fervorosos estímulos,
recuperen
las huellas de mi aliento
y
resuelvan en cánticos estivales,
el
fuego que me sirve de sustento.
De
pronto me pregunto:
¿Quién
eres tú mi amado ausente?
¿Dí,
llegué a conocerte realmente?
¿O
eras tú tan solo un sueño no hecho realidad?
¿o
eras un fantasma creado por mi imaginación,
porque
necesitaba en ese momento preciso,
amar
hasta el infinito y apareciste tú?
Pero
vivo en un país de hechicería,
donde
la brasa ignora la ceniza.
Y
el mirar es un modo azul que atrae,
la
brisa y arremansa la alegría.
¿o
era la proyección de mi alma soledosa?
¿O
a mi sangre brotando lenta por mis venas?
¿o
un diálogo inventado?
¿o
pura imaginación?
Esta
carta de amor ausente es para alguien,
que
no conocí,
¿
es esto posible?
Sueño
creído, impulso que descarta la unidad,
o
milagro realizado, igual volvió.
Pero
¿quién eres tú, amado ausente?
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