Páginas

lunes, 8 de abril de 2019

Lagrimas de Júbilo



Lágrimas de Júbilo invaden mi pecho como un manto salobre, traslúcido, inquieto, dejándome en paz conmigo misma.
Mi silencio placido enardece al saber que tú quizás, Hoy, mañana, quizás en este instante te acerques a mí y entre tus brazos me entregues todo tu amor con mil te quieros.
Llegas como un barreno rápido y ardiente, horadando la noche y de repente a punto de ser luz, te apareces aquí en nuestro nido de amor que te esperaba ansioso, cálido y pleno de dulzuras leves y besos tristes, apasionados y locos.
Lágrimas de júbilo que diseñan el paisaje a la distancia.
Vienes hacia mí sin impaciencia desde la llanura distante,
no te inmuta el fragor de los aludes,
ni el aire desafiante de la altura.
Atraviesas caminos solitarios prendiendo en mi pecho una golondrina que en un aire leve sobrevuela mis lágrimas de alegría llevándolas a las alturas de un infinito orbe.
Por un instante que mendiga otro, creí verte llegar hacia mí, mi júbilo se enderezó, las rectas se cruzaban pero la eternidad en su mirar recala, es frágil,
quiébrese con un férreo tañido de campanas.
Temblamos los dos y tiembla el aire en agitada espera.
Se nos empaña la voz
Se nos quiebran las alas,
quedamos los dos exánimes mirándonos desde lejos sin derramar ni una sola lágrima de júbilo.
¿Es que todo se trastoca para unirnos en un por siempre?
Lágrimas de júbilo,
 ¿Por qué el destino o el azar deben echar raíces en el erial de nuestro mapa de la vida?
Y ¿Por qué los designios de los ángeles al rozarnos se apagan?
Son cándidas interrogantes que en mis poemas de amor se asoman, se inmiscuyen, son nimios presagios tan sólo lo suficientes para decir mucho, poco o nada.
Mi alma sobrevolaba el aire ingrávido,
sobre el gris del otoño como una fresca pincelada blanca.
Iba  y venía con alegría misteriosa,
hollando de memoria el tedio de la espera cotidiana ajena a la honda espera que en mi pecho
el tiempo riguroso sazonaba.
Y él llegó con su gris monótona sombra resurgiendo de la nada
¡Oh prodigio!
¡Oh milagro!
¡Oh cuántas lágrimas de júbilo!
Entre caprichosas señales y algún rojo encendido y algún verde sedante,
entre símbolos y escalas estabas entre mis brazos.
¡Al fin juntos, gracias al amor y al poema!


                                                                                              “En el bosque de sombras
                                                                                              abre un lucero                 
                                                                                              y el ruiseñor alerta
                                                                                              presto reclama al ángel del amor”  

No hay comentarios:

Publicar un comentario