Pequeñas
promesas,
vienen desde muy lejos,
nos
atrapan, nos envuelven,
dándonos
alegrías al escucharlas.
Son
fugaces y tiernas,
nos
despiertan sentimientos
que creímos ocultos,
que ya
nos habían abandonado.
Pequeñas
promesas de amor,
de un
amor que arrastra recuerdos vagos,
ya casi
olvidados,
los
cuales creí inexistentes
pero
cuán profundos
se
arraigaron en nuestras almas.
Nos
hacen crecer poderosas alas
para
cortar como golondrina
el
cielo azul y celeste
de esta
aurora nueva
y me
siento casta, luminosa,
transparente, serena,
andando
libre y sin sombras
en un
camino de estrellas.
Pequeñas
promesas
que
pasan por el aire como ramos verdes,
cercando
mi sosiego,
posando
un viento en mis labios,
guardando tu augurio en cofre de plata.
Mis
manos están prontas
a recibir tu ofrecimiento,
rogando
que se cumplan mi deseo
de
estar junto a ti,
tan sólo instantes, minutos de mí existir,
calmo y
sereno.
Pequeñas
promesas,
te escucho, te nombro y te reclamo
y mi
deseo reverdece hacia adentro,
puliendo artesonados tu ausencia.
Recorre
mis orillas
un
viento adolescente en primavera
y en
este otoño mío
la
estirpe de mis cantos se levanta
y la sangre vibra, palpita,
te
convoca y te necesita a mi lado,
entre suspiros entrecortados y hondos.
Pequeñas
promesas,
el indicio de ti, es como un signo
de
dorada abeja en el aire de alelíes,
la miel de mis labios muda
al
carmín tus besos esperados.
Renuevas
mis anhelos y esperanzas
y
siento crecer en mis solares,
olivos,
laureles y mirtos blandos
y
proclama con todos mis sentidos
¡tuya
soy entre aires de cristal
y oros
perfumados!
Pequeñas
promesas,
tan
sentidas y anheladas
que
temo despertar en tus pupilas
por no
apoyar mis ojos en los tuyos
y por
un breve resquicio de mi frente
se
asoman a mi pecho tus sentidos
y
tiemblan las barandas de mi cuerpo
al
sentir apoyar tus leves
y
deseados brazos
en mi cuerpo estremecido.
Pequeñas
promesas,
siento
promisiones que de tu piel sin nubes
se
levanta un sol joven de rosas circuido
y mi boca en la boca del estío
se
inicia en el secreto de nombrarte.
Te
llamo hasta quebrar mi voz,
no me
defraudes,
prométeme no olvidarme,
sé que
el amor se despertó en los dos
y se
derramó en nuestras almas,
reflejándose
tu imagen en mi cuerpo
como el
frescor de la creación primera.
¡Pequeñas
promesas,
acérquense,
arrumáquenme,
denme
la tibieza primera
de un
amor amanecido y luminoso!
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