Celos
no compartidos, sentimiento para mí extraño,
nunca
sentido, el ser humano para ser sensible y humanitario no debe sentirlos.
El
amor que inventamos sin tierra ni sin fecha donde posarse ahora,
el
gran amor en vilo.
Y
que quizás detrás de telones de años, beso bajo cielos que jamás hemos visto,
será,
sin que lo sepan esos que creen dárselo, trascendidos a su gloria al cumplirse,
por fin, de ese beso impaciente que te veo esperando palpitante en los labios.
Sin
celos compartidos, sin sentimientos impuros,
sin
ayeres, ni pasados, todo el amor completo en un tan sólo un beso.
¿Será
este minuto próximo a mañana o el siglo por venir
o
en el borde mismo ya del jamás?
No
se pueden sentir celos aun existiendo otros amores vividos o por venir, si el
verdadero amor no nos ha tocado,
está
muy distante o muy cerca, no se sabe, no se sabrá nunca.
¿Vivos,
muertos?
¿Lo
sabemos?
¿Con
tu carne y la mía, con mi nombre y el tuyo?
¿O
ha de ser ya con otros labios, con otros nombres y siglos, esto que está
queriendo ser hoy, aquí, desde ahora?
Eso
no lo sabemos por esta razón no debemos sentir ni un lacito de celos, los celos
déjalos para otras almas que no conocen el verdadero amor.
Los
celos son voces heredadas de una savia secreta de aguas en descanso y una luz
de amor celosísimo corre sinuoso por el cuerpo mojado de nostalgia.
Y
ahora este poema está en el manglar de los espejos, agua clara que corre lenta,
que toca y acaricia ramas, luz invernal, incierta, que como el agua toma forma
endurecida de la arcilla al ser tocada por los celos enfermizos y eternos.
¡Basta
ya!
Los
celos son verdades teñidas de mentiras,
de falsos engaños, de cruentas verdades dichas a medias, sin terminar en equívoco.
El
amor debe ser libre, ni caos, ni con escalofríos sufrientes, debe ser diáfano,
claro,
terno como una lluvia interminable del estío y en esta página vacía la luz de
mi alma ha recogido un pentagrama oculto, el de los celos mórbidos y
maliciosos, enfermos de un amor inexistente.
“la
soledad
enferma de
silencio
goza de salud”
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