El ermitaño,
escondido en su cueva en soledad y tristeza, en un entorno oscuro y tedioso, no deseas ir
hacia la luz.
Tus pasos
resuenan en la acera solitaria y se pierden en el sendero entre persianas
cerradas y balcones vacíos.
No se oye ni
un crujido, tu cuerpo esbelto y moreno no revela ni un ruido en las calles de
gris monotonía.
Te entregas
de noche a las sombras dormitando de a poco, siempre alerta ante el menor
resquicio de un caminante sin rumbo.
Sé que he de
encontrar la ventana entreabierta tu sombra desdibujada a la puerta sin
herrajes por donde te podré hallar como una ninfa de los cielos buscando la
raíz de los quebrantos.
El ermitaño,
ser extraño al que necesito a mi lado para darle toda mi sed de vida y como
buzo me hundiré en el mar de su regazo, liberándolo del tedio y de la
monotonía.
A través de
sus ondas zigzagueantes llegaré a él para cruzar las crueles aves del tiempo.
Iré por
sendas atravesando audazmente con mi risa fácil y mi aire de pájaro y con la
luminosidad de mis palabras le regalaré el amor a la tierra y a la vida.
Vivirá ya no
más solo y recibirá las rosas de la caricia, clarines, trigo y la flor del
canto.
¡Qué se
liberen sus hombros de oscuras cargas!.
El ermitaño
quedará en mi camino, a mi lado, como ángel de piedra, invencible, siempre
amparando y salvando con su flor de cielo pleno de paciencia y de paz.
¡Tú el
insistente, ven a mí!.¡A mis brazos pronto!, como río de música, llovizna de
jazmines, serenamente para abrazarme y envolverme como un árbol florecido de
ternura y caricias.
Serás tu
hoguera de estrellas y ya no estarás más solo en noches de abismos y de fina
amargura.
Sola y
pudorosa te seguiré buscando entre hondas cavernas donde la luz se filtra y sus
rayos dibujan entre las rocas, tu figura enhiesta y alta diciéndome. ¡Aquí
estoy! Y yo riente y segura voy hacia ti por entre las mil hondanadas donde la luz de la luna me guía.
El ermitaño,
mi ermitaño, voy hacia ti despierta en la alta sombra andando desnuda por
dentro, hacia un lugar perfecto junto a ti.
Mis miradas
te buscan como tordos de niebla en un valle de extrañas flores que encienden mi
solitaria sangre que me llevan a tu lado.
El ermitaño, juntos viviremos recorriendo el
océano de verdes amapolas angustiadas hacia un mundo nuestro ajeno a la soledad
y a la tristeza en el que nuestros corazones palpitarán a unísono como campanas
al vuelo.
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