Incongruencias de la vida, nos golpean sin saber por qué,
nos atrapan, nos deshacen cuerpo y alma en pedazos de cristales rotos,
rompiendo nuestro equilibrio interior.
Nuestro corazón se rompe en absurdas e inadecuadas situaciones
que de seres del submundo aparecen para destrozarnos y hacer manar lágrimas de
angustia por nuestras mejillas haciéndonos sentir el vacío de la ausencia del
amor.
Las metáforas de la vida cambian, se presentan notas
divagantes en las conversaciones íntimas de nuestros corazones.
Incongruencias de la vida, imprevistas, divagantes que entre
signos y quejidos se nos presentan sin sentido alguno en laberintos de
emociones encontradas.
Aparecen sin sentido ni causa como centellas de maldades,
las desconocidas iras soterradas que se yerguen frente a nuestras almas y
quieren azuzarnos en amarguras, polvo, sañas y sequías de espíritu.
Incongruencias de la vida, despropósitos que como armas se
alzan frente a nosotros en tiempos lentísimos, en minutos rápidos y en nuestro
interior nos defendemos atrapando el sentimiento que nos hiere con puños, entre
grumos de gritos.
Sucumbimos al enojo y una gran incapacidad nos impide
vislumbrar las nubes alumbrando la tierra y el sol invernando de a poco.
Debo ser indiferente, no desgastar la vida tan valiosa de
vivir sin pesares ni dolores, quedarme quieta, no desarmarme nunca.
Hablar, pensar, llorar, gritar, ir, amar, vivir y morir
entre risas, cantos, alegrías y alborozos de amor.
Lozanía de tocar el cielo entre limbos terrestres.
¿Cómo he de ser feliz frente a la adversidad?
¿Quién descifra la vida?
Incongruencias impropias, frente a ellas el silencio
absoluto, sí la búsqueda interminable de poemas de amor ya conjugados que se
van vertiendo de a poco entre mantos y velos de tinieblas semioscuras en noches
grises en papeles que ansiosos los esperan.
Incongruencias de la vida, la calma de nuestro espíritu
limpia todo lo inadecuado, lo indebido que nos hace sentir tristezas sin fin.
Volemos muy alto escapándonos de los funestos recuerdos,
remontémonos hacia horizontes claros, diáfanos que nos conduzcan al olvido y
poder amar sin límites ni miedos ni temores
en el lecho nupcial de algas y flores iluminados por la luna que como
nota errante se había extraviado en su cantar.
Vivir la vida a pleno, soñar entre versos y cantos y no
dejarnos llevar por extravíos de otras mentes que sólo están en la oscuridad
absoluta.
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