Renacer
Había perdido para siempre
la fragancia del sueño
y me voy al mar a medida
que mi cuerpo ágil corta la corriente salada,
las manos de las ondas nos
arranca, hábilmente de la piel, del cansancio de los días,
las cruces de la tierra
amarga.
Y envuelta en la túnica
del agua, doy muerte al hombre que me dejo,
recuperando la azucena
jubilosa de este otoño de mi vida que era solo gris.
Tras las calandrias y las
rosas de primavera lejanas.
Una dichosa arquitectura
de música y de formas consciente mente creo y destruyo,
en cada rítmica brazada y
me siento casta,
transparente, luminosa y
serena,
como la inmensidad verde y
azul que amorosa me abraza.
Ando libre, como Eva en la
primera hora del mundo sin que las sombras y las piedras pesen sobre las espaldas.
Siento que ángeles de
coral vigilan mi seguro cuerpo convertido en puente,
que al infinito por las
olas salta.
“Cae
la lluvia
donde
tu sombra vive
de eternidad”
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