Desde la lejanía, a través de los cielos gozamos de la esperanza de encontrarnos, de tener la luz que no tenemos y en ese gozo de esperar, la felicidad nos encontrará.
Nunca más solos, mundo de dos, frutos de dos, verdad paradisíaca, inventada por nosotros entre poemas, palabras, letras que nos unieron como apretados hilos de plata con sabores de mieles.
Desde la lejanía, en mi imaginación, camino entre perfumadas setas y retamas y voy hacia los torrentes que caracolean sobre las piedras resbaladizas de musgo, entre las extensiones de brezas rojas, entre los espesos pámpanos donde se posan las alondras.
Desde la lejanía al despedirnos, nos separamos con ansias ya de otra luz de encuentro, para gozar el vivir que hasta ahora ha sido trémulo, presentirse jubiloso como promesa eterna de amar.
Desde la lejanía, pero tan cerca que vibraremos con inquietudes, con vehemencia, con honduras plenas de sinceridad, amándonos alma con alma, corazones cálidos que anidan el deseo de estar juntos.
Quiero tu amor como árbol florecido y hoguera de estrellas, río de música, llovizna de jazmines que por dentro me abracen, me acaricien con esa dulzura que tú solo puedes dar.
Llévame contigo, vagabunda de amor, entre tus silbidos y quejas retumbantes, al paraíso del vendaval eternamente unida a ti, tú, mi felicidad, tú mi mundo todo.
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