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domingo, 10 de junio de 2012

Volar hacia otras esferas




Volar hacia otras esferas como almas gemebundas o voces apocalípticas que con alas de profecías rozan en instantes breves otras esferas del gran orbe.
¿No sientes que alarmado está el mundo en su temblor?
Siente que hay dos seres que han decidido romper el lazo hechizado que es vivir en este mundo e irse aceleradamente hacia caminos desconocidos entre luceros  con máscaras de mil colores para poder poner final a tanto gran poder que abruma.
Temblar haremos el tímpano del mundo, pasando ruinas de historia, ecos de mares antiguos, murallas destruidas.
Volar hacia otras esferas, entre suaves curvas y caminos diáfanos.
La bóveda, al cerrarse abre más cielo para que tú yo podamos mirarnos en las estrellas fugaces que cruzan raudas el espacio infinito.
Y en la hermosura vasta de estos límites siente el alma que nada la termina.
Volar hacia otras esferas, este espacio que no era más que espacio a nadie dedicado, aire en vacío, se redime en nosotros, poniendo plata sobre piedra, fieras luces del sumo mediodía, claridad toda hueca, de tan clara, ya es misterio.
Volar hacia otras esferas, como flechas del alba cruzando por los espacios incorpóreos, no hieren, nos traen vida de colores y de amores.
La bóveda, al cerrarse, abre más cielo y en la hermosura de estos límites, el alma se va, poco a poco, uniendo con su mitad, su mitad del alma.
Nos vamos en suave concavidad, nido de dioses, Venus, Atenea, Zeus, Minerva y sus siluetas en columnas del cielo se posan inmóviles, ingrávidas, impasibles en su auge de majestuosidad suprema.
Volar hacia otras esferas, con lentitud, en fabuloso procesión, rodando con el mundo y en cada vuelta la hermosura crece, la de ayer, la inédita.
La luz estrena nuestro vuelo, nos hace ir al más allá, juntos, abrazados los dos en uno, acreciendo nuestro plural.
Nada nos confunde, ni lo invisible, todo es prodigio, es temblor, es cadencia, caminando hacia la imagen de lo no perdido, latiendo junto en lo eterno, años, siglos, de amor fresco.
Tiempo divino que llegó a ser tiempo poco a poco, mañana tras su aurora, estío que se junta con otoño, primaveras sumadas al invierno.
Lenta rueda que nos va subiendo sin prisa hasta nuestro nuevo cielo.

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