A solas, en la nada, recordamos momentos
compartidos, secretos inconfesables,
íntimos, necesitados.
Un
simple: "mira la luna" nos inunda de una profunda ansiedad, en los
más recónditos lugares de nuestro Ser.
Nos
hace vibrar con música de violines, en una noche estrellada y… mirar la luna…
¡Qué
poder el arte de la seducción!. Seducir con palabras cala más hondo que
cualquier otra forma de demostrar amor. Seducir de a poco, de manera distraída,
conquistar invadiendo con ternura… a hurtadillas, los límites del alma
despertando sentimientos dormidos.
¿A
dónde nos lleva? …a compartir momentos inolvidables, únicos, plenos de risas y
de deseos de amar hasta el infinito, de volar muy alto hasta los cielos lejanos
y… mirar la luna…
El
placer del amor se nutre en el hecho de amar. Somos más felices con la pasión
que sentimos que con la que inspiramos. Abrazos sin tocarse, lunas sin mirarse.
¡Cómo
quisiera ser una alegría entre todas, una sola, la alegría con que te alegraras
tú! Un amor, un amor solo, el amor del que tú te enamorases… mirar la luna… Amor del alma pocas veces
sentido y tan necesario como la vida misma.
Momentos
compartidos que aún desde la distancia, nos hacen desearlos una y otra vez,
cerca, muy cerca, y… mirar la luna… La ausencia, con penas humedecidas por
gotas de lágrimas duele más que volar con un ala rota. Al contacto del amor
todo el mundo se vuelve poeta y si vive de la esperanza… …muere con ella, es
una hoguera que se apaga y naufraga en el tiempo.
No
existe el olvido porque el olvido es el
olvido del YO.
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