Amantes, posesión lenta, al fin nuestro paraíso único,
secreto, donde nos hundimos despacio, muy despacio con la satisfacción clara de
nuestros deseos ocultos.
El edén nuestro está debajo de todo lo supuesto, lo
supuesto, lo sabemos, es la vida y el mar y por eso desnudos, voluntarios,
deseosos, vamos en busca del amor, sumergiéndonos entre besos alegres y gozosos
hacia el cielo azul que nos aguarda con música de violines encantados.
Porque no hay duda, ya que nosotros somos los dos llamados,
al fin, al edén.
Yo tan vaga e indecisa, antes, ahora tengo escogido cuerpo,
sitio y hora. Me dices ¡voy! y soy tu destinada presa.
Amantes, cómplices de un amor prohibido, lugar incierto de
encuentro que protegerá nuestro amor en silencio.
Iré hacia ti con los ojos cerrados y las puertas de mi
corazón franquearán tu paso hacia lo posible hecho realidad.
Amantes, a horas inciertas, en el sosiego de los atardeceres
nos amamos, bruñidos a fuego, en cuerpo y alma.
Escogida estoy ya para la hazaña del gran gozo del mundo, el
amor profundo de lo no permitido entre cómplices en la noche oscura nos cobija
y nos cubre… con sus velos de plata y tus caricias indómitas a mi rostro llevan
el perfume de tu piel.
Amantes, somos lumbres, besos, abrazos, entrega total de
nuestros cuerpos.
A veces rumores nos aproximan y a veces nos alejan, nos
apagamos pero igual la luz sigue brillando quedándose con nuestros deseos vírgenes, esperándonos otra vez.
Amantes, dos mitades fieras, dos seres en uno, enfrentados
en un gran temblor, en pos de una unidad inseparable y conquistada mutuamente
para ser dichosos en la lucha de darse en su gran dicha de ser.
Querido amante, ¡ven a mi lado en nuestro próximo encuentro
y nos amaremos hasta el alba!
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