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sábado, 10 de noviembre de 2012

Mi escondite


Mi escondite, está frente al mar, en la noche estrellada, en las cálidas arenas, en el viento envolvente.
Estoy en un rincón del mundo donde nadie y todos no me encuentran.
Escondida conmigo misma en un enjambre de desconocido espacio donde llega un aire nuevo y fresco y donde todo parece nada, ahí me encuentro.
Mi escondite, pleno de ensueños donde nacen los versos, palabras de amor que son motivos de vida. Y desde mi escondite escucharé la melodía del vivir con su ritmo y su compás, estaré entonada, en sintonía, ávida de sabiduría.
Fluída mi vida, contaré mis pasos sin que nadie me mire, desde mi escondite secreto y desconocido.
En mi escondite ha de haber una puerta con herrajes por la que nadie podrá entrar como un ladrón de cielo, buscando la raíz de los quebrantos.
¡Déjenme sola!, aquí en mi escondite para dormir el anticipo del no despertar sin límites, al que me tiendo para limpiarme en el goce perfecto.
En mi escondite el miedo ahuyenta de los ojos las palomas del sueño y a mí llegan los clamores de los que ríen o lloran apurando en la breve búsqueda la inmensidad del tiempo.
En mi escondite, encuentro mi paz, mi sosiego, mi cobijo, dejando lejos las desdichas, los sinsabores y los tristes pesares y anclada en sus recovecos todo mi ser clama por encontrarme a mi misma.
Despierto en la alta sombra, llamada por voces internas y me parece andar desnuda por dentro yendo hacia un lugar perfecto.
En mi escondite el ángel de la luna me protege y me cuida, recorriendo los vastos caminos de mi espíritu contra vientos y lluvias levantados las espadas del miedo y de la duda desaparecen encendiendo la secreta lumbre de mi pecho cansado. ¡Todo el cielo me cubre en mi escondite alumbrándolo con las blancuras del astro y colmando mi alma con libertad y espacio infinito, hacia lo diáfano y dulcemente esperado.
Todo cabe entre sus limpios muros amparadores como ramas de árboles a cuya sombra cantan los mirlos apartándome del ruido y descubriendo en mí secretas  fuentes que el polvo del mundo había secado.

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