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viernes, 22 de febrero de 2013

Daga hiriente


Daga hiriente, atravesó mi corazón y traspasó los límites de mi cuerpo en mi mundo frágil, me hirió muy dentro, lastimando mi Yo íntimo.
Hemos vivido juntos, el tiempo se contaba apenas por minutos, un minuto era un siglo, una vida, un instante de amor.
Nos cobijaban techos, menos que techos, nubes, menos que nubes, cielos, aún menos, aire, nada.
Daga de dolor, inmenso océano de lágrimas inundó mares y ríos.
Galerías enormes de congojas, pesares, tristezas, sin pisadas de dos, ni estelas recordadas.
Daga hiriente como punzantes flechas afiladas cursaron el aire y traspasaron mi pecho dejando heridas punzantes en el alma y las manos vacías y yertas de amor.
Mi lecho de nubes, nido de amor quedó vacío, sangrante, frío, solo.
¿Será este minuto próximo o mañana o en el borde mismo ya del jamás donde tu carne y la mía, mi nombre y el tuyo no se encontrarán?
Daga hiriente, de pesar, de un latiente sufrir que hace brotar lluvia de llanto entre mantos de niebla, húmeda de cristales, de hielos lacerantes que se hunden en mi espíritu, sin fecha y sin nombre.
Hoy, nuestros besos están solos en el nido vacío y sangrante.
No queda nada, absolutamente nada del ayer vivido entre cantos, poemas, músicas, sólo queda este dolor agudo, lacerante, tétrico que reboza y agita mi espíritu sintiendo la vida como un sueño trémulo, no vivido.
Daga hiriente, estoy al otro lado de los sueños que soñaba a ese lado que se llama la vida que se cumplió.
Y ahora de tanto haber realizado nuestro soñar, nuestro cuerpo está en dos  cuerpos.
El mío herido, cuajado de orlas negras. Mi espíritu desdichado, acongojado, no puede volar alto, las tinieblas lo rodean, le impiden ascender a lo alto buscando la paz imprescindible para nuestro existir.
Daga hiriente que por milagro me escapa de tantas agonías soslayando en laberintos del alma fugitiva, lugares secretos donde me lastiman y hieren.
Me refugio en cuevas oscurísimas para no sufrir sin sentir mi cuerpo en el que el dolor pueda dolerle buscando lugares sin espinas entre tinieblas con luces esquivas.
Mi mundo interior lleno de esperanzas marchitas, sufre entre ilusiones perdidas y sin tocarme apenas rozan mi frente alas de profecías.
Me siento herida de muerte sin heridas, me abandonaste, ya soy parte del tiempo de tu olvido.
Necesito que mis dudas se disipen, ver la aurora en fiestas nacarinas, en rosas, en albores, el tiempo que perdí sufriendo.
¡Desaparezcan palabras vividas!
¡Encuéntrenme mañanas sin neblinas!
¡Que se acerquen dichosas tardes otoñales entre frondas verdicientas!
¡El amor me espera, con nuevas pasiones y ardores sin fin!

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