Sed
de lo inefable, de lo sublime, del amor único y verdadero, el que nos conmueve
el alma, del afán y anhelo de estar contigo, junto a ti.
Sed
de sentir tus besos en mis labios, con el dulzor de una caricia, de un frescor
de agua límpida y pura.
Sed
de lo inefable, de lo indecible, de lo impronunciable, sed de secretos
compartidos, de abrazos íntimos, apretados, de diálogos tiernos, como de
estrellas que vienen de otra vida.
Sed
de lo inefable, de lo inenarrable, sin poemas de amor, ya que cuando te marchas
solamente quedan sombras que dejaste, de palabras invisibles, sin labios,
escritas en papeles.
Sed
de amor, del que me vela con un tul de luna y me transforma en un cisne que
soñando vuela, contigo muy lejos para vagar por los caminos de luces y de
sombras, de estelas estrelladas.
Sed
del sueño mío, de estar en los brazos aquellos a quienes entrego mi alma.
Sed
de lo inefable, de buscar donde saciar mi ansia de sentirme amada, sin dudas
del mundo y de tu amor como milagro insólito e inesperado que colma ansias y
deseos ocultos como prodigios perdidos de siempre y encontrados al fin.
Sed
de ti, de tu piel, de tu mirada, de las auroras compartidas en un gran mundo de
luces, sin oscuridades y miedos.
Sed
de lo inefable, de lo perfecto, del lugar al que tú me llevas desde el vasto
azul sobre la tierra donde a mi alma virgen perfumas y viertes en ella luces,
flores y un aroma vago que la inunda de amor.
Sed
de lo inefable, de la placidez, de la pureza, de la tierna espera, solamente de
ti, porque se que me voy contigo al mundo nuestro, pleno de signos y de señales
para que no nos perdamos nunca más.
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