Lo
desconocido, lo misterioso, lo escondido entre brumas y tinieblas, entre ondas
de sueños y de penumbras, trepando con lentitud, grave y severa hacia la tarde
reclinada en el poniente.
Pasan
los años de la vida humana, rugientes olas que atisba el vigía, siempre a la
espera de que llegue el forastero, el intruso que se cuela en nuestra vida,
encontrándonos en un ensueño de locas fantasías.
Lo
desconocido, es la sombra que se queja, en el pasado y en el futuro por no
encontrarme en el existir de su vida.
Lo
ignorado, lo incógnito, lo inesperado, aparece súbitamente, buscando el tiempo
que como río que huye lo aleja de su amada y quiere proseguir, perdido, su
búsqueda que quizás se halle en la sombra de un remoto ayer.
Lo
desconocido me lleva a tiempos pasados, donde los arrullos y la claridad de la
luna se elevan y nombra y repite mi nombre y abriendo tus alas serenas,
aduermes mis penas.
El
ignoto, desde una melodía de lejana orquesta viene con el día y anda en la
floresta, sus brazos me estrechan, entibian las ansias de conocerlo, de mirar
sus ojos y que ya no seas un desconocido.
La
extraña, tenaz, clama en sonoros ecos de
un romance cercano.
El
silencio avanza, pálido y trémulo, ante él la esperanza, deshoja en flor,
buscando mi alma, su dicha y honor.
Clama
en su alabanza ¡te quiero conmigo! ¡Aparece ya! ¡No te escondas ni huyas! ¡Ven
a mi lado!
Todo
es tan fugaz, la vida pasa, feliz entre las flores, los cantos y fulgores de
amaneceres brillantes sin enturbiar el deseo de encontrar entre la transparente
mañana a la amada que no tuvo ayer.
Lo
desconocido, el de fugaces dichas, el de fugaz emblema, se va como el perfume,
se extingue como el canto… ¿hacia dónde va mi desconocido? Te quiero a mi lado,
que me acunes con tu brisa y tu gracia especial y al reflejarme el límpido
fulgor de la alborada, te miro frente a frente, te reconozco, alma, ¡ven, te
llamo, tú el desconocido! ¡No me dejes más!
Te
encuentro en el hoy, sobre las sombras nocturnas del éter, en la inmensidad la
luna triste y taciturna, vaga en pálida soledad si tú y yo no estamos juntos.
Los
dos nos comunicamos en un lenguaje sutil, cuando los cristales duplican la luna
como una nota errante que se extravió en su cantar y con su luz agonizante nos
buscamos sin podernos hallar.
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