Picardía,
surge de pronto, en imprevisible momento como burla o travesura, me hace
sonreír, le dan a mis pasos prisa con ganas de ternura.
Tal
vez en una chiquillada con visos de candor me lleve a la ilusión de que tan
solo es ingenuidad pura y sana, efímera en el tiempo, breve en su transgresión
pero que da a mi vida el sentir pasión y deseos de vivir en felicidad.
Picardía,
en secreta travesura la frágil mirada de “yo no fui” inunda mi alma de
inocencia y el rubor inunda de emoción mis mejillas y mis ojos se llenan de
ternura como el aliento del viento.
Picardía,
de luz amanecida, son suspiros como toques divinos, son la luz de mi vida, toques
de serenidad y alegría.
Traviesa
llega con desparpajo la inocencia con deseos de llegar al celeste cielo y
flotar entre nubes de algodón y de espuma.
Quizás
una picardía me devuelva la alegría y me acerque a mi amado entre arrumacos y
mimos, entre risas cantarinas, entre sonoras carcajadas.
Y
traviesa se dibuja una sonrisa, nuevamente el ansia de vivir me inunda el
espíritu y al olvido se van tristezas y malicias, fresca el alma y tibio el
corazón.
Por
una picardía, un beso, una caricia, sin memoria de los grises, sólo el bosque
de verdes pinos, el perfume de las flores, relevantes los colores.
Los
pájaros con sus trinos nos llevan a amarnos más con sensaciones de paz y
bienestar.
Mi
ingenuidad simple que con visos de albura, inunda mi alma y surgen sin darme
cuenta los poemas cándidos y puros que llegan al papel con trazos finos y
leves, casi sin tocar lo inmaculado de las páginas que los esperan con
ansiedad.
A
ese cándido papel el candor de la picardía se le aumenta, se siente posarse el
verso que del vacío viene y a la inmortalidad asciende.
Picardía,
con naturalidad aparece y con pureza se asoma a las puertas de mi alma y con
sencillez trasmite su belleza en palabras que a veces no son comprendidas, el
amor las suaviza, les da ternura, les da candor y frescura.
¡Picardía,
ingenuidad, inocencia, no me abandonen nunca!
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