No
quiero recordarte,
dime
por favor, donde estás,
en qué
rincón puedo no verte,
dónde
puedo dormir sin recordarte
y dónde
recordar sin que me duela.
Quiero
caminar sin ver tus huellas,
correr
sin ir a buscarte,
quiero
descansar sola con mi tristeza.
Déjame
cobijarme en paz,
bajo la
sombra de los sauces,
enhebrando
algún poema de amor
como un
collar de letras y sílabas.
No
quiero recordarte,
no
holles mi memoria,
en el
tedio de la espera cotidiana,
dónde
el tiempo riguroso
sazonaba
de sombras
y de
lágrimas tristes.
No
vuelvas de repente a mi vida,
como
llegan las nuevas
que
sacuden mis entrañas
y así,
haces temblar el aire
quedando
yo, cabizbaja,
empañada
mi voz,
quebrada
el ala del amor,
en mil
pedazos.
No
quiero recordarte,
no quiero
quedar triste
ni
exánime
para no
derramar ni una sola
lágrima
más.
Estás
en mí
y no lo
estás,
como
una lluvia
de
suavidades indefensas
que
pide que salga
de la
rutina muerta
por
tratar mi sed de olvidarte,
en el
silencio torvo,
oscuro,
misterioso.
¿Será
mi culpa el querer
no
recordarte?
¿Toda
mía
es la
culpa de tu ausencia?
¿Y mi
miedo de amarte
sin ser
amada?
No
quiero recordarte,
tan
solo decirte
¡adiós!,
adioses, sin adiós,
el
acero del otoño
nos
parte la vida
en dos
mitades.
El
tiempo que era para nosotros
un
siempre
ahora
partido está:
ayer,
mañana.
Nuestra
sombra, sola,
era
única,
ahora
está truncada en dos,
tú y
yo.
No
quiero recordarte,
secos
rasgos,
los
vientos firman,
sentencias
últimas
en
nuestros destinos,
aquí,
el tuyo,
allí,
el mío.
No
quiero recordarte más,
no
deseo que veles más mis sueños
y no
puedo morir
porque
te seguiré amando.
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