Caricias etéreas,
suaves, tiernas,
que llegan hasta lo hondo,
mueven el alma con cadencias
lentas
y ritmos acordes.
Silencio,
ha sido tu primer manera de
entrar a mí,
tu entrada por mi alma
fue como callada brisa
todopoderosa.
Mimos tiernos y reales,
plenos de excelsitud de amar,
caricias volátiles que llegan
desde lejos,
despacio, que se notan apenas
por tiernas diferencias con la
nada.
Caricias etéreas
que a través de unos labios
que se abren suavemente
dejan la huella en teclados
donde tocas tu eterna melodía.
Caricias etéreas,
sublimes y gráciles me las haces
llegar
con ternura infinita,
tiempo de letras, versos,
palabras inconclusas que me
llegan
como un cántico vaporoso,
irreal, incorpóreo.
Vives dentro de mí,
alma arriba, alma abajo,
vas y vienes con caricias sutiles
como velos transparentes
llenando de gozos mi alma sola.
Por gracia tuya yo ya no soy
silencio
y aún a pesar de sentirte
distante,
vibro y amo al sonido leve de tu
presencia.
Caricias etéreas
que al sentirlas navegan en mi
pensamiento,
deslizándose en mis sueños,
como misteriosa luz de mis
suspiros.
Desde tu lejano lugar,
distante, apartado,
la fascinación de tus caricias me
atrapa
al instante traspasando juntos la
realidad,
trascendiendo la fantasía,
navegamos en la eternidad
ya que tú emerges detrás del
espacio
sideral con tu ímpetu y plenitud.
Con tus caricias etéreas
no hay soledad que oprima mi
pecho
ni una lágrima que gire de dolor.
Tus palabras resplandecen
en fulgores de estelas
resplandeciendo en el azul firmamento
dando calma a la tempestad
de mis afectos.
Caricias etéreas,
sublimes, irreales,
llegas por serpenteantes caminos
para seducir en pleno vuelo
mis ansias de ser amada.
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