Tropiezos
del corazón,
¡cuántos pesares causan!,
vacilo en mis sentimientos,
detenida
en el grave concierto del otoño,
escuchando
como los violines y las arpas
agitan
un mar de hojas rojizas, amarillentas.
Tropiezos
del corazón,
por primera vez lloré
al
haber arrebatado tu rostro
al
deseo creciente de mi alma
por
querer mirarme en tus ojos
y no
encontrarte.
Después
del letargo imprevisto
que
arrastró en sus alas minutos y horas,
ahora lejanas y frías,
conservo
en mis labios tu nombre
esperando
que nazca de tu rostro
el
verde que refresque mis sentidos
y tú
confundido y ausente
ignorarás mi suplicio que clama por ti.
Tropiezos
del corazón,
caí en
un pozo sin fondo,
te añoro y te extraño,
no has venido a despertar
mi alma sumergida
en
sombras sin luces, ni rumbos.
Si
pudiera gritar mil palabras
serían testamento
para repetir libres de mentiras y falsedades
el amor
que por ti siento.
Ajusto
sobre un arco mis deseos
y del
puente que tiendo con mis flechas
bajan lamentos de amor a nuestro suelo.
Tropiezo
del corazón
que
hacen tambalear
mis
ilusiones y mi alma entera,
apagando
las estrellas de mi cielo
convirtiendo
mis sueños
en
tropeles de fantasmas tétricos
que me
envuelven
con
mantos oscuros de la noche
llevándome por ríos inagotables de tristeza
formados por las lágrimas
que
brotan de lo profundo de mis sentimientos.
Tropiezos
del corazón,
por los mares del silencio
siento
que crece la luna desde adentro
y que
como cisnes de humo
flotan los recuerdos y los pensamientos
en las
redes sutiles de mi sueños.
¡Tu
presencia se diluye a lo largo de mi barca!
¡Tú no
estás!
¡Entre las tranquilas sombras ya no te pienso!
En
duras alamedas de cristales
padece el corazón un miedo tibio
y pasa
lentamente entre mis dedos
la luz quemada de tus ojos negros.
Tropiezos
del corazón,
el
desliz de mi mente cuando duermo
me hace
llegar al valle de tus sueños
y me
mueve la distancia como alas
en las
grietas de mi piel que vence el tiempo.
Y tu
alma y mi alma se pierden
en la
niebla lejana del recuerdo.
Tus
caricias imaginadas
brotan
lentas por el mapa de mi cuerpo.
¿Qué
haces alma,
tropezando en caídas sin regreso,
que no ves las celadas que me aguardan?
Tú y yo
somos agua pasada
que
moja las veredas de mi vida.
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