Todo de mí,
soy tuya,
mi alma y mi cuerpo.
Te busco entre el
follaje de tu prado
y en el fresco
temblor del rocío
e indago por el mar
por mí cantado.
Todo de mí
te pertenece,
tu estás en el verde
levantado del árbol,
donde pierdo mi
albedrío
y en el viento
caliente del estío
y en la orilla del
mar enamorado.
Todo de mí
es para ti,
y así voy por veredas
de la tarde,
perdida para siempre
en tu embeleso,
sin sentir el cercado
de tus ramas
ni ver tus fuegos que
en los fuegos arde,
te llamo hasta quebrar
mi voz
¡ven conmigo!
¡No me dejes!
¡Todo de mí es tuyo!
Ya que si no estás a
mi lado,
mi corazón se
desangra.
Tan de cristal y oro
perfumado
que te cerca la
garganta,
que temo despertar en
tus pupilas
por no apoyar mis
ojos en el aire.
Todo de mí,
me siento dentro de
ti.
Tú arriba, ingrávido,
leve,
salvado ya de ser
vida tú mismo
para vivir en el
cielo monosílabico
del puro arranque de
sentirme tuya,
de la chispa que de
la nada se prende,
vivirás.
Todo de mí,
siento que hasta tu
sombra me pertenece,
ayer la acaricié
¡qué extraño fue!
Pienso en tus
caricias,
mimos, suavidades en
mi piel,
que corren
hambrientas
para recorrer todo mi
cuerpo.
Todo de mí,
hasta tu perfume, tu
sonrisa
que está conmigo
y sigue siempre
clavada en mis ojos.
Necesito que cada
mañana
tu aliento de
cigarra,
anude mis ojos abiertos
en la penumbra
quieta.
No estás,
pero sí en mi mundo
interior,
todo unido a mí,
como un ovillo de
amores vírgenes,
plenos de alegría y
paz.
Todo de mí,
es una brizna viva
en tu letargo de cariño.
Quiero morir en tu
calor
para nacer en tus
atardeceres
bajo el canto de tus
besos,
en la danza de tus
brazos,
¡tómame, todo de mí
es tuyo!
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