Estoy sola bajo la opaca
multitud soterrada.
Todos pasan de prisa a mis
cuatro costados, como un naufraga que desde
la perdida playa llama
en vano.
Estoy, sola, angustia, por
el polvo rencoroso, pisoteada.
Estoy sola, olvidada.
¿ A dónde se alargan las
manos?
¿A quién abrir el corazón
desolado?
Todos llevan las tristezas
de la vida, sin recibir las señales de los astros.
Estoy sola, acosada.
Por los rostros repetidos,
renovados en quienes inultamente busco el rostro,
de un hermano.
¡Ay! si pudiera huir lejos
por el campo.
Y sin relojes echarme
sobre el pasto.
Estoy sola, encerrada,
quisiera correr descalza a las orillas de los ríos
y las manos de los aires
subir en pájaros o en nubes.
Y abrir la ventana a las
golondrinas del aire.
Para entregarles el
secreto de mi alma acongojada,
porque mi alma alucinada
hace lluvia en mis ojos siempre azules,
dulcemente despierta a las
glicinas.
“El
silencio
me trae tus ojos
de perla temblorosa”
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