Cuando abrí la puerta
el perfume lejano de tu ausencia
me acarició la piel
ansiosa de tus caricias
sin par, saturadas de calles,
de tumultos,
de ruidos,
de sopor.
Sentí que me abrazaban.
“Es su silencio letargo y diáfano”
me dije.
Era su silencio.
Un silencio vivo,
bullicioso de recuerdos frágiles
como una hoja de papel,
de manos que acariciaban
mi pelo desprolijo.
Un silencio de voces mentoladas
con sabor a papayas y aguacates
y ojos cenicientos de cristal
acrisolado y límpido.
Mientras espero,
te amo en la espera
y amo esa espera
porque se come el tiempo.
Letargo impreciso
que arrastra en sus alas
minutos y tormentas
para acercar a mis caricias
el fuego de tu piel
y vivir en un instante tan sólo
placer y gozo con total intensidad
“Ahora queda solo
una música
el reposo de tu
cuerpo
en el aire.
Esa música es un
canto
trascendido,
en la tenacidad
de un
alba que jamás
termina “
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