Amor
y deseo son separables,
el
amor es profundo,
un
misterio en la vida,
inalcanzable
a veces,
el
deseo es un acto de un momento tan sólo,
en
el que dos seres se aproximan
y
laten juntos con intensos deseos del éxtasis amoroso.
Cuando
se está cerca del ser que amamos,
los
abrazos son inagotables,
las
caricias como pétalos de flor,
nos
tocan con suavidad y ternura,
llevándonos
con besos apasionados
a
estar muy juntos en cada segundo.
Las
manos y los labios nos hacen descubrir
el
mundo del querer complacer y gozo.
Las
voces se encuentran en un espacio,
del
nido de amor
y
susurrando suspiros el deseo se
acrecienta
para
estar juntos,
muy
juntos,
los
cuerpos estrechándose sin fin,
mientras
se van inasideros,
haciendo
del amor un solo cuerpo posible y no dos.
Los
que como el charum-meru,
en
aborigen mujer ángel y hombre viril,
con
cada abrazo,
le
nace un nuevo ser a otro abrazo.
El
beso que se termina otro le pide a sí mismo
y
en su dichoso expirar le siente ya madurando.
¡Darme,
darte, darnos, darse!
no
cerrar nunca las manos,
no
se agotarán las dichas,
ni
los besos,
ni
los años,
si
no la cerramos.
Y
cuanto más nos estrechamos,
más
el deseo se aviva.
Temblamos
por deseos deprimidos,
que
vienen rápido,
por
sendas de luz como de estrellas,
para
volcarnos uno dentro del otro.
Amor
y deseo,
pasiones
y gozos,
felicidades
exaltadas
y
augurios plenos.
Con
los besos,
con
la pena y el pecho,
se
conquistan en afamadas lides,
espacios
de amor profundo,
donde
cada beso perfecto,
aprieta
el tiempo,
ensancha
el mundo breve
donde
puede besarse todavía.
“Estoy labrando tu amor,
lo tengo ya en mis labios,
te besaría ya más,
para tenderme en tus brazos”
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