Retrato
olvidado,
mis
pinceles más leales,
se
proponían apresar tu verdadero rostro:
Desentrañas
las esenciales líneas donde tu fuero,
el
aire acata:
Y,
en los arrabales del alba espiar el múltiple venero,
donde
emerge a raudales, toda la luz que quiero,
para
tu piel, tus ojos cenitales,
pero
es ardua la empresa,
la
recta se espírala,
la
curva se endereza,
sin
acertar el rumbo ni la escala.
La
alta luz tropieza o,
en
su ímpetu resbala.
Retrato
olvidado,
¡no
quiero apresar más la sosegada llama,
que
te entibiaba los ojos!
¿O
el frenesí que tu mirar proclamaba,
cuando
se incendia, pródigo de rojos?
¿Cómo
dejar de apresar la tímida manzana,
que
en tus mejillas el amor convocaba?
¿La
uva de tu piel?
¿o
la mañana asomada a tu boca?
Retrato
olvidado,
mi
afiebrada paleta, se anublaba,
ya
no estoy más enamorada de ti.
Me
pierdo en la enigmática y secreta,
zona
de la alborada,
donde
digo carmín, azul,
violeta
y
al nombrarlos, se esfuman en aireada,
fantástica
pirueta.
La
paleta se obstina en alcanzar el tono inaccesible.
El
pincel se alucina,
vuela
hacia el imposible
y
se desploma, herida golondrina.
Retrato
olvidado,
cejo,
pues, en mi empeño
y
entre mis manos, no quiero tomar tu cabeza,
ya
no siento ni los contornos del diseño,
sino
tu esencia presa.
Victoriosa
me bato en retirada,
ya
vencida el ansia de mostrarte en el lienzo sin recato.
Si
gano tu sustancia,
¡
qué importa haber perdido tu retrato!
urdí
un pájaro vivo allá, en mi infancia,
cuyo
vivo temblor en ti rescato,
con
la sazón del tiempo y la distancia…
retrato
olvidado,
ya
no quiero recordarte más,
fuiste
el amor de mi vida,
ya
no más.
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