Supe que vendrías,
apresuradamente,
buscándome con las manos levantadas,
las palabras en la boca.
Tu nombre nunca duerme,
la voz que escribes en el otoño,
desciende en mí y en ti,
y vuelve en tu memoria,
despacio,
lentamente,
mi ser que es tuyo totalmente.
Las bellas formas son solo eso,
formas movidas por el hilo
donde penden cuatro estaciones
y un hilo se nos pierde.
Supe que vendrías por el dulce olor de tu
piel
que me envolvía aún desde la distancia.
La húmeda neblina borró toda la gala
matutina
y entre ella venias tu desesperado,
ni me veías,
ni a un árbol,
ni
una nube se destacaba.
A pesar de esta blanquecina cerrazón,
triste y opaca,
en una débil luz crepuscular,
me recibiste en tus brazos,
con pasión total,
en un hálito de abismo flotamos unidos,
en esta alborada agonizante.
Nos unimos en un oscuro pensamiento
obsesivo,
Creemos soló amarnos hasta la muerte.
Y así, entre gozos y placeres,
mi corazón ebrio de luz se eleva como una
estrella errante.
Dame tu amor,
no quiero tu fatiga,
no, ni tus hojas secas,
tus ojos cerrados,
no, ven a mí desde ti,
ni desde tu hastío,
ni tu cansancio de ti.
Quiero sentirte venir a mi
igual que un viento universal,
un olor de maderas remotas
con una bandada de visiones gratas,
placenteras,
únicas.
Quiero sentirte muy cerca mío
como siente el agua del cuerpo
pensativa,
turbulenta a veces,
inmóvil otras.
Estoy esperándote siempre,
mi cuerpo clama por ti,
ven a mi como tu sabias que vendrías,
con todo el amor recíproco de nuestros corazones.
Los dos en un lenguaje sutil,
duplicamos las ansias de amarnos
hasta la eternidad.
“Mis
formas inanimadas
viven,
tiemblan,
se
hacen carne,
bajo
el cincel embebido
de tu
pasión noble y pura”
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