Tus caricias
como aroma de flores de azahares impregnan mi piel y me envuelven en suaves
delirios de ensueño haciéndome sentir que a nada en el mundo se parecen.
Tus
caricias, leves como la seda, frescas como brisa al amanecer, son promesas de
dichas desatadas.
Las quiero
en mí a mi alcance, cerquísima, como está el ser amado con el ritmo de su
cuerpo al lado mío que aunque sin verse se siente, se sueña.
Tus caricias
deshojan mi tristeza en anhelosos huecos de amor, dándole luz a mi alma.
Laten en mis
sienes como tenues sombras de ruidos, caricias que como pétalos de rosas se
deslizan en mi rostro cual temblores de hojas y gotas del cielo.
Tus caricias
como tímidas palabras sueltas o murmullos en el aire, en lento encanto, sin ansias,
descubren mi cuerpo lentamente, allí en ardorosas palmas que me llevan a
reclinar mi mejilla en el blancor de plumas que visten nuestro lecho de amor.
Tus
caricias, que como gotas de lluvia caen sobre el papel, ese, el florido del
azar, donde las letras bailan y crean palabras de amor.
Tus caricias
me hacen conocer tu mundo, me quedo inmensamente deslumbrada al ver que el
brazo que te tiendo tu me lo estrechas.
Tus caricias
flotan en el paraíso ideal de lo que anhelamos ser, en ese velo súbito en
nuestra vida tan clara.
Son sutiles
como alas de mariposa y aleteos de ángeles que protegen mi ser y le dan paz a mi alma.
Tus caricias
me estremecen de impaciencia y soy feliz sintiéndolas latir con frenesí en mi
piel.
Me seducen,
me apasionan y crean dentro de mi mundo interior una alegría sin fín.
Tus
caricias, sin ellas no concibo el no tenerte, son una cálida huella de los
sueños que soñamos con el aire azul en cada día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario