Vivimos en la luz de los
sentimientos, en un arcoíris iridiscente donde los colores nos inundan, nos acunan, nos arrullan, nos hacen
vibrar y amar hasta lo indecible.
La pureza, la inocencia en la albura del blanco nos permite
creer en la belleza interior, la que se trasmite en la mirada cálida y tierna.
Y viene despacio la esperanza, en verdes delgadas
bocas virginales, nos trae
paz y sosiego al alma, nos inunda de
música con sones de violines y laúdes al viento,
quedando bien oculta pero
necesitada siempre.
Con insólita impaciencia, con frenesíes y pasiones el rojo nos atrapa en lujurias de amor, es
violento y tierno a la vez, nos envuelve a veces en la noche, otras en el
amanecer de auroras, nos atrapa, nos arrolla y sin darnos cuenta no queremos dejarlo ir y
el corazón palpita titánico en un espejo sin fin.
La niebla gris nos lleva
hacia dentro de sus huecos y el gris de la melancolía nos hace cerrar los ojos
abiertos, no vemos, si miramos no se aclara nada, la tristeza se cuela en cada resquicio de
nuestro cuerpo, con las manos la empujamos para que nos deje ¿para qué?
Sin la voluntad es inútil,
no nos abandona.
Y de pronto todo se
oscurece, se hace la noche del submundo, el negro tachona el cielo y el amor
muere lentamente.
Su agonía es dolorosa, desolada y triste. ¿Por qué te mueres amor? ¿es por la búsqueda
de otros cuerpos, de otros ojos, de otros lares donde morar?.
Y la luz nos inunda, el
sol con su prodigioso poder nos hace amarlo, el amarillo le rinde pleitesía, lo homenajea, le rinde tributos, girando y girando a su alrededor.
Amarillo, color de la
vida, eres todo para mí, mi cuerpo te anhela y no quiere dejarte escapar.
Y el azul nos rozó nos tocó sin darnos cuenta y
nos trajo el amor que sin querer nos da
como gotas de felicidad en espacios limitados del
tiempo.
La pasión por la Vida, vivirla a pleno, cada Hoy, cada mañana, cada instante en una anaranjada red de sentimientos
donde todos nos conducen a vivir a pleno.
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