Calma…
expresión como la palabra nos aclara ¡del alma! Parece …¡clamar calma! Que no
es lentitud, que no es despreocupación, que no es indiferencia.
Es estar
con el máximo rendimiento, con la mejor
prevención, y con la posibilidad contemplativa…
Si se
vive en el desasosiego, las consecuencias…son similares a esa piedra que cae en
un estanque en calma y que transmite un
oleaje hasta la orilla. Calma en toda nuestra vida, serenidad y paz.
Como si
de un plato gastronómico se tratara, la tensión está servida, y nos lleva
ligero, con prisa, a un ir y devenir sin calma.
Que las
gotas de serenidad como hielo suspendido en agua…sean el síntoma del bálsamo
que calma y hacer de la nostalgia un recurso… de gozoso futuro. En los
itinerarios que recorremos la oportunidad se nos presenta como la opción creativa
continua.
Las
conciencias… no se sienten plenas, con el dominio que el Ser puede ejercer sino
más bien, se sienten ansiosas… por percibir la plenitud que nos rodea.
Calma
necesaria para vivir la vida a pleno,
con sosiego, apaciguando nuestros resquemores y ansiedades. La calma
está esperando, está susurrando, está aguardando a que tú la mantengas intacta
e impoluta ya que dispuesta se muestra la vida… a que se la viva sin tensiones,
sin agobios, a que se la sienta… a que
se la disponga con sosiego.
En calma
se siente capaz la vida ¡de ser viaje!, ¡de ser tránsito!, ¡de ser apoyo!
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