Busco en mi yo íntimo, en la mina del amor donde tú has
excavado y dejaste en mi céntrica felicidad todo lo que estaba buscando, pero
ese misterio insondable no pude encontrarlo.
Y como ningún alquimista obtuvo aún el elixir, yo aún espero
por el despertar de un deleite pleno y prolongado en el que sueño todas las
noches porque en tu presencia mueren todas mis palabras.
Necesito de esa ciencia oculta para obtener una noche de
estío, de apariencia invernal, porque tú mi amado anidas en mi pecho y un sendero de fuego me lleva
hacia ti.
Busco una vana sombra de amor eterno y pido a Hermes me
ayude a encontrarla sin tener que entregar a cambio mi bienestar, mi esfuerzo,
mi honor y mi vida.
¡Crisopeya, te invoco!, debo hallar el tiempo de pensar y de
reír también porque la risa es la fuente
de poder más grande del mundo, es la música que hace vibrar el alma sin
burlas ni sarcasmos.
Si la alquimia, ciencia oculta, buscaba la vida eterna, yo
sólo necesito el poder dar, que es el secreto de la eterna juventud.
Yo a tí, te inventé con la
alquimia de mis sueños, te vestí de imposibles, en tus pupilas inicié un
poema que acarició levemente las páginas en blanco y en lo más alto entronicé
tu imagen.
Eres el inaccesible, el esperado pero no llegado y por ti
siento un deseo atávico que me induce a un loco y extraviado frenesí.
Te inventé en todas las formas, tus miradas, tus sonrisas,
las encontré rielando en el espacio junto con tu voz, única, seductora, y yo te
aspiro y te gozo, sin pronunciar jamás tu nombre.
Alquimia, ciencia oculta, crisopeya de lo que no se ha
encontrado, pero yo igual te amo aunque no existas, no espero que aparezcas, ni
que el roce de mi tacto te defina y sólo percibo el nítido esplendor que irradias aún
careciendo de luz propia.
¡Sigue alumbrando mi vida!, no quiero que desaparezcas en la
oscuridad, quiero que tu fina línea turbia que rodea tu pupila siga siendo un
destello y que tu voz siga acariciándome con melodías de inmortales…