Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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lunes, 3 de septiembre de 2012

Candidez amorosa



Candidez amorosa, mis pasos de alondra, pisaron el otoño húmedo y te sentí volar entre la fronda indiferente de viejos pergaminos, te fuiste lejos, a lugares inciertos.
Quise seguir tu vuelo solitario, quise amarrar mis ojos a tus amadas alas, quise rehacer mis dedos con tus plumas, quise volar cerca de ti, entretejiéndome entre tus cálidas caricias.
Candidez amorosa, inocente, crédula, creía fácil seguirte y tenerte cerca, más tú volabas, volabas…
Autómata, juguete de papel y cielo y te tragaba el viento y te mordía la distancia luminosa.
Y yo, soñaba… soñaba… que hoy… tal vez mañana… quizás un día yo sería la rama de tu nido.
Candidez amorosa, entre trinos y cantos, versos y metáforas, tejiendo nuestro hogar para ser tuya en nuestra rama y donde allí posarás tu piel con el ahogo de tu aliento.
Pero el tiempo pasó, lento, muy lento, no hubo nido, tú volaste…
Fuiste un cuento, mi sueño, mi leyenda de otoño en serenata.
Candidez amorosa, cuando mis ojos gritan tu nombre en la soledad de la distancia imperdible, el recordar el abrazo de tu piel, de nave humedecida, me sacude y me hiere, me desdobla y me eleva, buscándote en esa distancia lejana donde tú te resguardaste, te escondiste.
Mi vida es ahora un cielo trivial de sueños locos que llenas con tu aliento de viajero errante y taciturno.
Aprieta mis deseos, caliéntame las carnes con tu pasión de viento.
El sol será mañana un plato de lujurias y tú serás mi boca y mis manos desgajadas.
Candidez amorosa, ¿adónde me conduces? ¿Por sendas de ingenuidad, candor, inocencia?
Creo en todo lo que me rodea  y a veces agobiada, debilitada, por creer en imposibles, me tiendo en el manto oscuro y plácido del campo abierto a la noche y entre las estrellas rutilantes me voy en tu búsqueda con tus sueños y pensando imposibles, que nuestro amor como pájaro sin alas, se acurruca desarmado en nuestros cuerpos, en nuestras bocas, en nuestros corazones.
Candidez amorosa, canta el río mojado de tipas y empedrados en la sed del silencio y en el anhelo como lenguas de fuego se consumen nuestras formas fundidas en el tiempo inagotable.
Placeres y gozos, caricias que desgarra, besos que dibujan nuestros rostros temblorosos.
Es nuestro amor que muere cada noche para nacer… y volver a morir a cada instante.
Amor mío, desboca los temores indefensos, mi aliento con tu boca, haz mi piel con tus ojos de humo y del mundo sin final la comunión de una eterna entrega.

Embrujamiento de amor



Embrujamiento de amor, hechizo encantado que encendiendo velas donde el viento sacude mi negra soledad, me lleva a evocar el pétalo de tu sombra que vive en la eternidad.
El silencio me sigue, pienso en tu sonrisa y tu sonrisa está conmigo y sigue clavada por siempre en mis ojos detrás de tu perfume que se negó a partir.
Embrujamiento de amor, la lluvia desgrana el gris de tu mirada, mi angustia se prende de cada gota pordiosera que me regala el recuerdo de tus ojos plomizos y aleteante.
Me fascina lo que tú eres para mí, el fino aliento de la aurora y el abrazo de sentimientos mansos.
Eres el conjuro que en mis días de tormentas la claridad ladina que perfora nubes, la placidez del agua que en mi piel revolotea.
Me seduces, me encantas, me hechizas y toda esa cosquilla que se mueve por mi sangre, te llama y te siente mío para siempre.
Embrujamiento de amor, cabalgando en vientos de perfumes y oro, consumí tus besos de mariposas y miel, tus caricias me ataron a la sombra de tu fuego y en tus palabras enredé mi alma para siempre aunque mi cuerpo te siguió febrilmente por caudales de tiempos perdidos.
Soy tu niña, de la piel de nácar, aún en este otoño mío y acaricio el silencio de tu ausencia, porque desde tu lejanía siento tus caricias venir a mí, febriles y con desatada prisa que en galopes de metal y plata llegan a mi cuerpo nostalgioso y anheloso de tenerte entre mis brazos, donde bulle mi amor pleno.
Embrujamiento de amor, con la fuerza vital de la Tierra, me interno en mí misma, salvaje y primitiva para lamer mis heridas y renacer bajo la lluvia, soy quien soy y sé que soy un alma tejiendo amor.
¿Quién me ama más que tú?
Con un hechizo de callado empuje se te sintió venir desde soterrados soñadores, lindes de tierra por los cuatro lados, bajar y subir desde tinieblas seculares a luces que como miraderos de amor se ofrecen a nuestras almas de antes.
Embrujamiento de amor, toda canción está impregnada de él, esperando que tú sepas como sentirlo, amanece en el papel, dejado por el viento y en una blancura indecisa, va directo hacia tu trémula espera y acercándose va como goces que llaman, suenan, como no estrenadas.