Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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lunes, 3 de septiembre de 2018

Búscame siempre


Tu huella que mi mar se llevó


Tu huella que mi mar se llevó,
lejos, lejísimo,
ni se verán más tus pasos firmes y seguros,
ni sentiré tu húmeda piel sobre mi cuerpo,
desnuda está mi carne,
colando entre mis dedos mansa arena
aunque a veces hacia adentro
el deseo reverdece puliendo
artesonados por tu ausencia.

Tu huella que mi mar se llevó,
otras aguas se mueren en tu pecho
que son mar a mis sueños y mi olvido,
mas tus naves combaten y naufragan
en un abismo de geográfico equilibrio.

Iré a vivir el mañana sin que tú cerques mis huellas,
temblando de futuro,
a sentir la vida de prisa,
segundos, siglos,
siempres,
nada.

Alfabetos de mi espuma
un día te alejaron de mi mar
y yo por perdido te di,
quizás por un instante tan sólo.

Tu huella que mi mar se llevó,
porque ya no sentía las alegrías altas de tu querer
y las angustias de estar aún queriendo
poco me inundaron con lagrimones que anegaron mi pecho.

Sólo quedaron en mi alma los poemas,
las frases,
los monosílabos de amor
que se escondieron dentro,
muy dentro,
para que tu huella no se lo llevara a la nada.

Desde la tarde aquella que mi mar te llevó
aún andan por mis venas mis versos despacito
y muchas cosas he visto que pasaron traídas
y llevadas por el tiempo.

Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos,
sobre mí tú seguiste como el sol en los pétalos.

Y tu huella mi mar se llevó en la brisa de mi dolor caído,
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto,
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.

Tu huella que mi mar se llevó,
te llevaste mis caricias en el gesto de tu abrazo
y en tus palabras quedaron rumores
parecidos al lenguaje que llevabas en tu boca de agua
desde el más quieto charco al más agreste risco.

Entre el hombre y mi alma
se ha cruzado una espada de espumas blancas.
Ha sonado la lucha y me siento intocada,
mi mar te llevó,
estoy sobre los siglos con fiereza de olas…

¡Nadie palpe la sombra
que mi impulso ahuyentara!
¡A veces la vida me quiere estallar
en canciones de angustia inesperada!

Yo quisiera quedarme en el secreto
de mis penas punzantes como estrellas,
pero mi alma no puede alcanzar
el silencio del poema sin palabras.

Presagios tormentosos


Presagios tormentosos,
¿es que acaso la tormenta,
furiosa y creciente
en el cielo oscuro y misterioso
abruma nuestro amor
o a la inversa lo acrecienta
entre los truenos y los relámpagos?
Palpita un viento ardiente
como el que sopla de un gigantesco incendio
y una tromba guerrera brama truenos
que prestos estallan en aullidos
de airadas tempestades.

Presagios tormentosos,
el cielo,
impenetrable y duro nos hace unirnos
en un abrazo total y apretado
como queriendo alejar el escudo de granito
que se nos acerca queriendo hundir
el mundo con su enorme paso.

Parecen descender del infinito
invisibles espíritus blandiendo
espadas de relámpagos
y nosotros corremos manos entrelazadas,
pies desnudos buscando
una cueva secreta para encontrar el refugio
ante esta majestad abrumadora
que nos hace desfallecer
ante la belleza y el miedo.

Nuestro amor se agiganta
ante tanta inmensidad
que hace retemblar el firmamento.

Presagios tormentosos,
el perfume de la tierra mojada
nos inunda al peso de sí misma,
después irá veloz como un meteoro
al fondo del abismo.

Con galas de volcán,
el sol radiante en niebla roja
de fulgor metálico
traspuso lentamente el horizonte
y nos asombramos ante la llegada
de una noche sin astros,
entre las sombras,
la tormenta avanza rodeada
de grises nubarrones.

De pronto,
el viento silba más agudo
y la tierra se puebla de visiones,
buscando en vano nuestras miradas
un salvador escudo.
Ya los truenos errantes retumban
con salvajes estampidos.
En tropel se suceden los relámpagos
a cuyo parpadeo la tierra,
loca de pavor,
se humilla.

Presagios tormentosos,
la tormenta está aquí,
entre nosotros,
chocan los truenos entre sí
y estallan.

La tempestad en sus furores crece,
es más viva la lumbre del rayo,
mundos hechos campanas
que repican por todo el firmamento conmovido.

Cuando se apaga la lumbre de un relámpago,
se puebla la noche de una sombra,
tan oscura que nos oculta a los dos
como dos figuras misteriosas e inexistentes.

Se desata la lluvia,
bajo el soplo de un viento
huracanado que sacude los árboles,
diluvia y nosotros bajo el agua
como fantasmas aturdidos,
corremos y danzamos
entre truenos y viento.

¡Por fin,
desde la altura de un cielo azul profundo,
las estrellas de cándida hermosura,
llenas de compasión y de ternura
dejan caer sus luces sobre nuestro mundo!

Presagios tormentosos
que nos lleva a unirnos
más en un revuelo de besos
bajo un manto tembloroso a la tibieza
de nuestro nido dejando lejos
la fiera luz de las voces
de huracanes lejanos.

Los fantasmas del recuerdo


Los fantasmas del recuerdo,
 esos,
 los que pueblan mis sueños,
los que me acosan en instantes imprevistos,
 los que inundan mi alma
 de momentos inolvidables,
los que a su amparo,
en breve tiempo recorren mi vida.

Los fantasmas del recuerdo,
se mantienen a veces
como formas misteriosas
 en las largas avenidas de mi existir
y revivo paso a paso mis alegrías,
mis desilusiones,
mis pérdidas,
mis amores,
mis vivires.

Pasan como un aire raudo
 a través de espejos acrisolados,
rompiéndose a veces en pequeños cristales
que se estrellan entre los pensamientos silenciosos,
encendidos de deseos de amar
que emanan de mis recónditos adentros.

Los fantasmas del recuerdo sacuden
 las bases de mi sangre y aparecen nombres,
 fechas,
 lugares contra el cielo de mi alma
sobre el muro que cerca mi silencio.

Me llevan a la luz
 que derroté en el tiempo del olvido,
el limitado amor que se me ofrendaba.

Los fantasmas del recuerdo
 son mi apoyo de ayeres vividos,
 desaparecen de pronto sin saber
 por qué pero regresan y se funden uno a uno,
uniendo los peldaños de mi vida,
que en este otoño
ya han alcanzado la cumbre del vivir,
escribiendo las palabras ungidas de amor
 para que inunden cielos
 y horizontes por doquier.

Los fantasmas del recuerdo
 son signos que orillan mi hoy,
con un temblor tocado de rocío
en un viento por vientos perseguido
 hurgando la raíz de mis sentidos.

Mis sentidos crecen
al acercárseme los fantasmas del recuerdo
y en flamígeras imágenes por los aires
en círculos amarillos van,
filosos como piedras,
hundiéndome en el frescor
 de la creación primera.

Los fantasmas del recuerdo
hacen renacer vidas pasadas,
me llevan al viento caliente
 de estío vivido con intensidad en las orillas
del mar embravecido.

Quiero,
 tan sólo ir perdida por siempre
en los momentos dulces y tiernos
pasados como ráfagas fulminantes pero eternas.
No quiero ver fuegos que me hicieron arder,
sangrar de dolor mi corazón
y derramarme en mares de llantos.

Los fantasmas del recuerdo me hacen perder,
en pocos instantes,
mi albedrío,
encadenándome a hechos sufridos,
 plenos de deseos malsanos.

¡No quiero que regresen todos,
sólo los que me llevan a envolverme
en capullos de felicidad y de dicha!

Los fantasmas del recuerdo
 arden en mi espíritu
como una onda de fuego
y una racha glaciar me toca levemente,
llenando los espacios infinitos
 de dudas que en mi hondo
 interior aún perduran.