Me acordaré algún día del viajero silencioso, lejano, sombrío, que me amó en el pasado.
Hombre que volvió del olvido, que miraba mis ojos como si fueran un río.
Ese hombre me quiso en vano, ya que para mí está en el olvido, fue ceniza de todas las hogueras.
Años que yo sentí crecer dentro de mí como un remanso de melancolía y tristeza.
Él vivió sólo un día fugaz en mi vida, no pudo ver la luz que de mi emanaba.
Lejanía del olvido quiere golpear a mi puerta, dile que yo no te espero, que fuiste parte del pasado, que ya fue.
Lejanía del olvido, soledad ya terminada que la vi marcharse y sin atisbos de añoranzas, ni de leves aleteos, de memorias sin curvas, ni escondites, te fuiste al olvide total del que no se vuelve atrás.
Mis manos que te acariciaron un día, se volvieron piedras, cenizas, barro, no pueden buscarte, ya no quieren pasar del invierno oscuro en que están para encontrarte otra vez.
Lo pasado, ya con un fin, no retrocede, los años, días, minutos contigo, que compartimos para ti no eran de verdad. No supiste entrar en mis venas, al amor intenso, único, el que te lleva a un sendero sin desvíos.
Nuestras distancias ya están mojadas, kilómetros de noche y auroras campestres nos separan. ¡Qué hubiéramos sido tú y yo juntos!, muy juntos, tocándonos el amor a pesar del espacio pero paso a paso buscándonos de un océano a otro hasta que todo nuestro alrededor fuese un fundirse en dulzura y estar juntos apretados como si la tierra y la vida recobrara su vigor, sus raíces, sin soltarnos nunca al viento.