Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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jueves, 10 de noviembre de 2016

Eres todo mío


Las calles del miedo


Las calles del miedo,
esas, las oscuras y escondidas
 entre resquicios de mi alma
de experiencias dolorosas
vividas en el pasado de ayeres.

De ellas no sabía salir,
eran laberintos intrincados,
 tenebrosos, desolados,
me sentía zarandeada, engañada,
en una red de mentiras y falsedades sin fin.

Te amaba más allá de esta vida,
eras mi faro, mi luz,
mi existir todo
y cuando tú derrumbaste,
con un golpe tajante y frío
ese castillo de cristal
que juntos habíamos construido,
mi mundo se derrumbó en pedazos,
desperdigados por los nortes,
sures, estes, oestes,
detrás del sol casi negro
y de la luna amarilla
con reflejos de espejos.

Me dejaste
en las soledades del temor y pesares
con el espíritu desdoblado
como telas de tisú rojizas y llameantes.
Las calles del miedo,
imperecederas, encubiertas,
atadas con lazos invisibles
para que se las lleve el viento huracanado
y las arremoline
 en abismos profundos del olvido,
en cuevas jamás encontradas,
nunca más.

¿Qué he hecho yo
para merecer la desgracia
de no ser amada
por el ser que en algún instante
de ese pasado
me amó con desesperación?
La vida me plantea esquinas,
rincones, vueltas, giros inesperados
frente a los cuales
no supe ni pude estar preparada.

Las calles del miedo
que desde las penumbras me acosan,
me sumergen en vahídos
y mareos danzantes
con sones de trompetas de submundos
que me hacen emerger inmóvil y estática
 como estatua cubierta
de flores marchitas y enredaderas secas.

Las calles del miedo
que atraviesan en breves instantes
este hoy que vivimos con ellas
 como muros del tiempo,
 recordados a veces,
 olvidados otras,
pero siempre dentro de nuestro pasado
como experiencias vividas
que nos elevó a vibrar
en la sensibilidad del llanto,
de la queja, del lamento.

En este hoy
las recorro en puntillas,
sin pies en la tierra,
volando con alas rotas
que se mueven hacia este mundo
más feliz
en el que vuelca mi todo
 en poemas, prosas, versos,
porque la vida me está despertando,
nuevamente,
al amor de vivir,
 de volver a ser yo otra vez,
conmigo misma,
a quererme y a querer
al mundo que me rodea.

Ahora estoy absolutamente
 enamorada de la vida,
piso fuerte
y con mis totales sentimientos
 la tierra me acoge
en todo su esplendor y brillo.

Vivo, vibro, danzo, canto, escribo
 con todo mi amor,
ya las calles del miedo
desaparecieron en la nada
de mis pensamientos,
no dejando huellas
de heridas ni dolores.
Ellas me condujeron
a ser lo que soy hoy,
una mujer poeta
colmada de amor.

Rescataste mi vida


Rescataste mi vida,
tú, el único, mi númen,
mi inspiración divina
el que no me dejó caer, ni doler,
porque me envolviste en piedras verdes
de la noche oscura
y me devolviste
a la vida serena y calma.

Como vigía de mis poemas
hiciste de mi alma un canto arrepentido,
 sin temores, dudas ni falsedades
y me llevaste a mirar mi entorno
con inocencia
como si nunca
hubiera sido herida ni lastimada.

Rescataste mi vida,
quiero mirar tu rostro amado
para que se aleje de mi
para siempre el miedo del engaño
 como un pájaro
al borde filoso de la noche.

Ahora, en éste mi otoño,
me hace sentir como una niña
de tiza rosada
en un muro muy viejo
que súbitamente lo borró la lluvia.

Rescataste mi vida,
que ahora mi corazón
se abre como el retoño de una flor.
Todos los gestos de mi cuerpo
 y de mi voz,
hacen de mi la ofrenda,
 el ramo que florece,
el viento en el umbral.
La noche es de los dos,
 se dispersó la niebla
y mi memoria
 es la sed de tenerte junto a mí,
en mi fondo, en mi recuerdo.

Al negro sol del silencio
 tus palabras doran mi vida,
por eso escribo, no estoy sola,
hay alguien aquí que tiembla.

Rescataste mi vida,
voy en busca de quien soy,
peregrina de mí,
voy a la que duerme
en un país al viento.

Rescataste mi vida,
disipaste la niebla verde de mis labios
y del frío gris de mis ojos
y mi voz, ahora,
a tu lado, canta con amor tierno y dulce.

Arcano sueño,
 ahora, ya, no más aparecerá
el antepasado de mi triste sonrisa
y hay candados pero no llaves
y hay pesares pero no lágrimas.
A ti te debo todo lo que soy ahora,
 tengo mañanas luminosas,
no más noches sufrientes.

Rescataste mi vida,
mis manos enamoradas del viento
acarician tu amado rostro aún ausente
y desde mis espejos,
guardo, en mi cofre de memoria
 todo el olvido del ayer.

Te has llevado mis angustias,
mis miedos temblorosos,
mis delirios hondos,
ahora por ti baila la luz en mi sonrisa,
 mis manos palpitantes
se desnudan y te buscan
para que me enseñes a vivir junto a ti.

Rescataste mi vida
y mis brazos insisten
 en alcanzar al mundo
y la danza salvaje de la alegría
 inunda mi corazón.

Mis esperanzas se renuevan,
 mi existir es ahora un pájaro en alto vuelo
 hacia un horizonte sin fin
y el soplo de la luz
 inunda mi mente
cuando escribo las palabras de amor
que me hacen sobrevolar
como una dinastía de soles.

La espera


La espera,
con infinita calma y paciencia,
expectante,
te busco como a una flor,
no lejos de la noche,
mi cuerpo mudo se abre
a la delicada urgencia del rocío.

Hay en la espera, un rumor a lila,
rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol
con pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
 una tribu de palabras mutiladas,
 busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
 los funestos, los dueños del silencio.

La espera,
en ella he dado el salto de mí al alba,
 he dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.
Soy la silenciosa en el desierto,
la viajera con el vaso vacío,
 la sombra de mi sombra.

Sin desesperación ni ahogos,
sólo con penas profundas,
 te espero tan sólo por un minuto
de vida breve, único,
de ojos abiertos
que te ama en su mirar,
danzando de alegría entre flores pequeñas
como palabras sentidas y dulces.

La espera,
desnuda en el paraíso de mi memoria,
sin conocer el destino de mis visiones,
 tengo miedo de no saber nombrar
 lo que no existe.

Salto de estrella a estrella,
de sombra en sombra,
muero de muerte lejana,
la que ama al viento.

La espera,
 mi memoria iluminada
es como una galería
donde vaga la sombra de lo que espero.
No es verdad que vendrá.
No es verdad que no vendrá.

La espera,
 no quiero ir tras tu búsqueda
como sonámbula y transparente
en nuestro nido de hilos que tú dejaste
y ahora rígido sólo me danzo
y me lloro
con tus recuerdos
doblemente sufrida
en la memoria de aquí y de allá.
Y en la noche un espejo de cenizas
 como una visión lejana
refleja tu amado rostro,
en mi corazón de medianoche.

La espera interminable,
pasa lenta, con pausas dolorosas
y en un canto arrepentido,
vigía detrás de mis poemas,
 me amordaza, me quiebra,
me inunda de llantos largos.
La noche que fue de los dos,
se dispersó con la niebla
y quiero mirar tu rostro una vez más
 hasta que se aleje de mí
 el miedo
como un pájaro al borde filoso de la noche.

Pero el silencio sin ti es cierto
y por ello mis palabras vuelan en el aire
porque estoy sola y escribo.
No, no estoy sola,
hay alguien junto a mí que tiembla.
Delicia de perderse en la imagen presentida,
voy en busca de quien soy,
peregrina de mí,
 voy hacia la que duerme
en un país al viento.