Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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viernes, 27 de octubre de 2017

Revelación


Perdida en caminos oscuros


Perdida en caminos oscuros,
 misteriosos, secretísimos,
plenos de honduras, sin luces,
me encuentro en estos instantes
como profeta de mis fines,
no dudando del mundo
que pintó mi fantasía
en los grandes desiertos invisibles.

Perdida estoy, reconcentrada y penetrante,
sola, muda, predestinada, esclarecida,
en un aislamiento profundo.

Mi hondo centro,
mi sueño errante
y mi soledad hundida
se dilatan por lo no inexistente
hasta que vacilo
cuando la duda oscurece
por dentro mi ceguera.

Perdida en caminos oscuros,
un tacto sombrío entre mi ser
y el mundo,
entre las dos tinieblas
define una ignorada juventud ardiente.

Estoy buscándote,
quiero encontrarte en la noche,
estoy perdida sin ti.

Allí, en la lejanía,
más allá de las palabras,
de los sentidos y las ideas,
en el territorio oculto
de tiempos escurridizos,
perdida grito tu nombre,
 te imploro
con una voz tierna y apasionada.

 ¡Búscame!
¡Atrápame!
Y agitando melodías de fuegos
en las manos del arco iris
correré libre hacia la luz
dejando de habitar las sombras.

Perdida en caminos oscuros,
quiero encontrar el resquicio
para llegar al terreno
donde el amor sueña
 libre en su soledad
y las cruces desnudas
 diluyen su lenguaje de espumas
recibiendo la sencilla vibración
de los corazones puros.

Me alejo,
 cruzando mil huellas oscuras,
pasando el horizonte envejecido,
mirando en el fondo de los sueños
 la estrella que palpita.

Me alejo, sí,
 buscando el camino iluminado,
 dejando atrás los caminos oscuros,
 llevando en mis manos
aquel cielo nativo
con un sol gastado.

Quiero llegar al lugar
donde el amor cae
en cataratas silentes,
 día a día
por las curvas sencillas del viento
desplazando su caudal de perfumes
 en el tiempo sin más ilusiones
que el buscar el acento claro de la paz.

Perdida en caminos oscuros,
huyo presurosa
 para hallar mis palabras
las que se llevó el viento,
 leves y vaporosas,
como las huellas
de las gaviotas en las playas.

Todo en mi vida es un presentimiento,
soy como hoja medio desprendida
que ya la agita
sin llegar el viento,
una hoja perdida,
temblorosa y conmovida.

Clara imagen pura
de mi búsqueda sin fin
de encontrarte
para amarnos y entregarnos
 para siempre en el éxtasis
de una unión secreta,
 nuestra, sólo nuestra.

Perdida en caminos oscuros,
voy labrando sin tregua
 ni senderos a la luz,
hacia ti, para abrazar con mi cuerpo de luna
el templo de oro de tu alma tranquila.

Vayamos juntos
 a la luz del día, ésta,
no es aquella de ayer
ni la que alumbrará mañana.
Búscame en mis caminos oscuros
y en volandas, únete conmigo
en el horizonte sin fin.

Todo de mí


Todo de mí,
soy tuya,
mi alma y mi cuerpo.

Te busco entre el follaje de tu prado
y en el fresco temblor del rocío
e indago por el mar
por mí cantado.

Todo de mí
te pertenece,
tu estás en el verde levantado del árbol,
donde pierdo mi albedrío
y en el viento caliente del estío
y en la orilla del mar enamorado.

Todo de mí
es para ti,
y así voy por veredas de la tarde,
perdida para siempre en tu embeleso,
sin sentir el cercado de tus ramas
ni ver tus fuegos que en los fuegos arde,
te llamo hasta quebrar mi voz
¡ven conmigo!
¡No me dejes!
¡Todo de mí es tuyo!
Ya que si no estás a mi lado,
mi corazón se desangra.

Tan de cristal y oro perfumado
que te cerca la garganta,
que temo despertar en tus pupilas
por no apoyar mis ojos en el aire.

Todo de mí,
me siento dentro de ti.

Tú arriba, ingrávido, leve,
salvado ya de ser vida tú mismo
para vivir en el cielo monosílabico
del puro arranque de sentirme tuya,
de la chispa que de la nada se prende,
vivirás.

Todo de mí,
siento que hasta tu sombra me pertenece,
ayer la acaricié
¡qué extraño fue!

Pienso en tus caricias,
mimos, suavidades en mi piel,
que corren hambrientas
para recorrer todo mi cuerpo.

Todo de mí,
hasta tu perfume, tu sonrisa
que está conmigo
y sigue siempre clavada en mis ojos.

Necesito que cada mañana
tu aliento de cigarra,
 anude mis ojos abiertos
en la penumbra quieta.

No estás,
pero sí en mi mundo interior,
todo unido a mí,
como un ovillo de amores vírgenes,
plenos de alegría y paz.

Todo de mí,
es una brizna viva
en tu letargo de cariño.

Quiero morir en tu calor
para nacer en tus atardeceres
bajo el canto de tus besos,
en la danza de tus brazos,
¡tómame, todo de mí es tuyo!

Sabores y aromas del amor


Sabores y aromas del amor,
nuestro amor florece
entre la lila buganvilla,
la blanca,
 amarilla y roja
de la gracia que,
 pensativa,
 en el conjunto de pétalos,
lleva su aroma al viento
y la cala que tiene la forma
y el declive de una lágrima,
pronta a desprenderse
de unas grandes
pupilas invisible.

Nuestro gozo es intenso,
la luna empalidece
al contemplar la naturaleza
que nos ofrece,
en un estremecimiento contemplativo,
en una mullida alfombras de tréboles
y el manantial su espejo
donde nos mecemos suavemente.

Al morir el sol,
en el ocaso,
nuestros anhelos se desangran
en resplandores de sabores
y aromas del amor
entre alpinas rojas
y heliconias naranjas,
rojas y multifacéticas.

Néctares de amor,
sabores que inundan
nuestros poros
y llegan con deliciosa ternura
a nuestras almas anhelosas de amor
 entrelazándonos entre labios húmedos
de perfumes,
 entre carambolas suaves de sabor
y color diferente,
verdes y blancas.

Sabores del amor
que nos llevan a ser dos,
unidos por la acidez del maracuyá,
la dulzura de la melancia,
 lo agridulce del abacaxi
y la frescura de la Eugenia.
Sabores que inundan como ríos
nuestras venas
y nos llevan
 por senderos ondulantes,
transparentes,
a nuestro nido de amor.

Amantes de colores nuevos
y aromas de blancas bromelias,
rojas equisorias
que como una sola flor une sus pétalos
 en un gran resplandor rojizo
 y entre estos aromas
vivimos entre gozos y dichas,
 lejos del mundanal ruido
y ecos repetitivos
que nos permiten comunicarnos
hasta lo hondo del alma.

Silencios sin ecos,
entre perfumes envolventes
y sabores deleitantes
que  nos transportan
en tan sólo instantes
a sentirnos más unidos
en verdes hojas
del follaje del bosque,
moviéndose
 al compás del viento
que nos arrulla y acuna
en este paraíso único que vivimos.

El tierno mangostán
une nuestros labios
con gusto a manga y a cacao.
Sabores y aromas del amor
que como gotas minúsculas
invaden nuestro cuerpo
y nos hacen amarnos
con total intensidad.

Nuestra intimidad secretísima,
trémula de dicha
se rinde ante tanta belleza,
colorido,
hallazgo necesario
para que nuestros besos
vayan más lejos,
estrechados y plenos.

Lo dulce del gusto
y la vertiente de los olores
arriban a nuestra carne
transcorpórea del cuerpo
y ya quedan en nuestras almas
como campos florecidos
entre azahares
de frutos esperados.

Y el zumo vital
es el agua nuestra,
 que fría corre
desde nuestra boca
 por nuestra piel,
haciendo que el amor,
 renazca cada día
con nuevo y renovado
sabor y aroma.