Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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domingo, 31 de diciembre de 2017

Impulsos


Las calles del miedo


Las calles del miedo,
esas, las oscuras y escondidas
 entre resquicios de mi alma
de experiencias dolorosas
vividas en el pasado de ayeres.

De ellas no sabía salir,
eran laberintos intrincados,
 tenebrosos, desolados,
me sentía zarandeada, engañada,
en una red de mentiras y falsedades sin fin.

Te amaba más allá de esta vida,
eras mi faro, mi luz,
mi existir todo
y cuando tú derrumbaste,
con un golpe tajante y frío
ese castillo de cristal
que juntos habíamos construido,
mi mundo se derrumbó en pedazos,
desperdigados por los nortes,
sures, estes, oestes,
detrás del sol casi negro
y de la luna amarilla
con reflejos de espejos.

Me dejaste
en las soledades del temor y pesares
con el espíritu desdoblado
como telas de tisú rojizas y llameantes.
Las calles del miedo,
imperecederas, encubiertas,
atadas con lazos invisibles
para que se las lleve el viento huracanado
y las arremoline
 en abismos profundos del olvido,
en cuevas jamás encontradas,
nunca más.

¿Qué he hecho yo
para merecer la desgracia
de no ser amada
por el ser que en algún instante
de ese pasado
me amó con desesperación?
La vida me plantea esquinas,
rincones, vueltas, giros inesperados
frente a los cuales
no supe ni pude estar preparada.

Las calles del miedo
que desde las penumbras me acosan,
me sumergen en vahídos
y mareos danzantes
con sones de trompetas de submundos
que me hacen emerger inmóvil y estática
 como estatua cubierta
de flores marchitas y enredaderas secas.

Las calles del miedo
que atraviesan en breves instantes
este hoy que vivimos con ellas
 como muros del tiempo,
 recordados a veces,
 olvidados otras,
pero siempre dentro de nuestro pasado
como experiencias vividas
que nos elevó a vibrar
en la sensibilidad del llanto,
de la queja, del lamento.

En este hoy
las recorro en puntillas,
sin pies en la tierra,
volando con alas rotas
que se mueven hacia este mundo
más feliz
en el que vuelca mi todo
 en poemas, prosas, versos,
porque la vida me está despertando,
nuevamente,
al amor de vivir,
 de volver a ser yo otra vez,
conmigo misma,
a quererme y a querer
al mundo que me rodea.

Ahora estoy absolutamente
 enamorada de la vida,
piso fuerte
y con mis totales sentimientos
 la tierra me acoge
en todo su esplendor y brillo.

Vivo, vibro, danzo, canto, escribo
 con todo mi amor,
ya las calles del miedo
desaparecieron en la nada
de mis pensamientos,
no dejando huellas
de heridas ni dolores.
Ellas me condujeron
a ser lo que soy hoy,
una mujer poeta
colmada de amor.

Mi verso es un gemido


Mi verso de amor es un gemido, callado,
que jamás se queja
y en las madrugadas, entre tinieblas y fríos
llega hasta el papel
donde se vierte la ilusión
de una estrofa perfumada.

Es para ti, mi númen,
mi amado por siempre,
te escribo con todo el amor
de mi alma taciturna
que como música olvidada
tiene azul resignación
y lo da todo sin pedir nada.

Mi verso es un gemido,
dulce, umbrío,
levanta mis quebrantos,
sin arrebatos y sin ruidos.
Espera que tú duermas
para decírtelo con ternura
al son de mis suspiros cadenciosos.

Es el verso que se agita
y rápido se despierta
como eco de un estampido
de una flecha musical
que arrebolada se estrella
en tu corazón amado.

Mi verso es un gemido,
moja sus alas en la transparente
esfera de la gota de rocío
en la que, absorto,
contempla la imagen del cielo
unida a la forma de la Tierra.

Cada estrofa gime y canta
y suelta su perfume
como la flor recién nacida
en los atardeceres,
bajo el canto de tus besos
y en la danza de tus brazos.

Mi verso es un gemido,
blanco y puro
que alimenta mi espíritu y mi sed
se nutre de tu presencia
aún a pesar de la distancia
que a veces nos aleja.

Mis áureas palabras,
mis letras impredecibles,
mis estrofas que nacen del alma
van hacia las nubes
para flotar en ellas,
iluminadas por luces de estrellas.

¡Versos! ¡Poesías!
Con ímpetu alado al ideal ascended
y en las estrofas verted
todo el amor escondido
en mi espíritu, mente y cuerpo, para tí, amado.

Yo mantendré con aguas descendidas
por las fieles veredas de mi pecho
el medido esplendor de tu alabastro
para que una hiedra de amor
caiga sobre mi pecho.

Mi verso es un gemido,
un no tocar el río,
apenas aire,
el blando discurrir de tu mirada.
¡Qué dicha sin sonrojo
la que corre por mis venas,
entre las lágrimas
que buscan mi pecho!

Amor callado,
en un silencio silente
escribo para ti,
con un clamor de queja y lamento
por no tenerte a mi lado.

Mi verso es un gemido,
escribo y sollozo a solas,
entre suspiros y plañideras clamo
¡Ven a mí! ¡Te espero!

Quiero versos sin lamentos,
todos para ti,
para entrar más adentro en la espesura,
desgarrando mis naves de amor
sobre la playa y así,
te daré el sellado de mi gracia
y tú, la cifra de tu nombre.

Mi verso es un gemido,
ahora más calmo, sosegado,
no hay más tristezas en nuestro aire
el que nos sigue,
mientras canto
y mi mano fuerza el hombro de la noche
para que vuelvan
tus labios a los míos.

Desilusión dolorosa


Desilusión dolorosa,
de a poco,
despacio,
sutilmente,
inundó mi alma
y con miles de saetas acrisoladas,
rompió la paz
y el sosiego
de mi alma.

 ¿Dime tú,
por qué debo sufrir
en cada instante de mi vida
dando sólo amor por doquier?
 ¿Cuál es el error
 que surge de estos sentimientos
 puros y profundos
que me embargan
y me desarman
en flores deshojadas por la tristeza,
la desilusión,
el desespero?

Como estrellas fugaces,
 en períodos menos esperados
 me golpean,
me hieren,
 me lastiman.
¡No quiero sentirlos más!
Mi vida necesita del amor  puro
y límpido,
sin mentiras ni falsedades.

Desilusión dolorosa,
 esos grises tonos oscuros
 de tormentas menos esperadas,
los rayos golpean mi alma
y me dejan agonizante y temblorosa,
miedos ocultos,
 afloran a mi piel
 y la verdad inconmensurable
y execrable
surge de improviso,
 aquel a quien amamos
con intensidad y pureza
nos clavó una flecha envenenada
en pleno corazón
y la sangre dolorosa
junto con la llovizna de lágrimas
que inundó mi cuerpo
me llevó a momentos de desasosiego
y desorientación.

¿En qué me equivoqué?
 ¿Por qué deposité mi fe,
 mi esperanza,
mi amor
en quien no lo merecía?
Éste mi amor puro
 se elevó tras el horizonte lejano,
dejando tras de sí,
sólo desilusión dolorosa.
Quiero encontrar el camino recto,
verdadero,
 duradero
y no fugaz
y falso
donde sea comprendida
en estos mil sabores
amargos y crueles.

Desilusión dolorosa,
 apenas en un segundo,
 mi espíritu,
 que libremente se elevaba
entre las nubes de algodón
 y campos de cipreses,
 cayó,
llevándose a su paso
marchitas flores de azafrán
y floridos vergeles
a la tierra seca,
cenicienta,
rojiza por la ira
y oscura por el desamor.

Desilusión dolorosa,
fueron tras de mí
 rumores falsos,
 envidias oscuras,
intrigas traicioneras,
buscando hurgar en mi alma
para que el sufrimiento aflorara.

¡No!,
¡no lo permitiré jamás!
¡Soy libre y feliz conmigo misma!
Mi espíritu vibra
al compás de música sincopada
y de palabras,
frases de amor
 hilvanadas como perlas de rocío
 en un collar sin fin
 de caracoles enlazados
por la espuma del mar.

Desilusión dolorosa,
se que como enigmas indescifrables
se irán de mi vida,
 afrontaré con actitudes enhiestas
 y verdaderas
el nuevo sendero abierto,
 florecido,
en el bienestar de un campo
de amapolas,
 abiertos sus pimpollos al cielo azul
y allí te encontraré a ti,
 mi amado nuevo,
que me traerá
 en sus manos cálidas
mi nuevo destino.

Desilusión dolorosa,
las esperanzas renovadas
 y límpidas
cerrarán las heridas abiertas
 y el olvido
que se acerca sin ser llamado
golpeará mi corazón
dejándolo límpido
 y claro
 como agua que golpea
 la tierra con desesperación,
 a veces
o con dulzura otras,
 sin tristezas sin fin,
ni fríos,
ni grises golpes,
sólo sueños
entre luces de amor
bajo la luz de luna
en el agua
con quietud y calma.

Desilusión dolorosa
que no impida mi vida intrépida,
 de aventuras continuas,
 rodeándome como un manto
de aterciopelados pétalos las ideas,
 las frases de amor,
las prosas poéticas
que dan sentido veraz
y feliz
 a mi espíritu inquieto
 y avasallante,
 pleno de ansias
de ser amado y querido,
sin límites truncos,
ni herrajes oxidados
por el tiempo,
 sólo aires tibios y dulces
donde flota  mi corazón
 entre aromas de pitangas,
burucuyá en flor,
 azahares volando en el viento suave
 llevando la buena nueva
de la llegada a mi vida
 emprendida sin sobresaltos
ni fatigas.