Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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viernes, 20 de abril de 2018

El fin


Néctares y efluvios




Néctares y efluvios
que llegan a inundar
 de maravillosos colores
 mi mirada,
la de los ojos inquietos
y hienden el aire
 con aromas tiernos
de deseos ansiosos de degustar
con amor
su mezcla de sabores,
olores,
pinturas de rojos,
amarillos,
verdes
que entre brillantes compuestos
 se unen para crear la belleza
perfecta
 de la creación.

Como tejidos por manos aladas
colmadas de tesoros,
misterios y luces
que como débiles rayos de sol
son para mi amado
 como rosas y lirios
sembrados para su deleite y goce.

¡Oh! tus labios se endulzan con la miel
y la canela
y el aroma de la menta
nos envuelven
como copos de delicias
jamás imaginadas.

Néctares y efluvios
nos llegan
 porque nos amamos y vivimos
en el sol de nuestros ojos novios,
como el sol del verano,
del goce perfecto
y entre almíbares de agua de rosas
o de azahar,
entre el zumaque
y las nueces,
manzanas y limones,
nuestro amor crece
y sentimos en nuestra piel
el rocío dulce de pasas
y piñones
 que nos hacen abrazarnos
y besarnos en una total plenitud.

Néctares y efluvios del comino,
del cilantro,
la pimienta,
la cúrcuma amarillo naranja,
 el azafrán de color vivo,
nos atrapan
en aromas de intenso poder
que nos hacen vibrar
 como ímpetus únicos
este amor cobijado y total.

Y el dulce sabor de la vainilla,
del pistacho,
del sésamo,
de la azúcar,
nos hacen desear arrumacos,
besos en la frente,
abrazos ligeros
y tiernos a la vez.

Néctar de albaricoques,
dulces de color suave,
pistachos finos
que como red
nos hechizan
 en una macedonia de colores
con agua de azahar
o agua de flor de rosa
y en este gran taller del gozo,
 detrás de la luz incierta,
llegan a nosotros
 tibias por los ríos
las nieves de la lejanía
para unirnos como corriendo
en crestas de amor
con espumas deslumbrantes
que rutilan por el agua
con júbilos y festejos.

Néctares y efluvios
que hacen una plena consumación
de nuestro amor
entre jugos de uva,
leches de coco
y tierra plena de citrus acidulantes
 flotamos sobre el agua,
hecha y deshecha
por luces sucesivas,
 todo en un lecho de amor
entre olas,
nubes,
horizontes y orillas.

Néctares y efluvios
que de a poco,
espontáneamente

nos transportaron a lugares secretos,
nuestros,
donde nadie nos encontrará
 ya que nos perdimos en fiestas nacarinas,
en albores,
en celajes,
sin prisa,
pero dispuestos a amarnos más.


Llueven mis ojos




Llueven mis ojos,
la lluvia desgrana
el gris celeste de mi mirada.
Mi angustia se prende
en cada gota pordiosera
que me regala el recuerdo
de tus ojos plomizos y aleteantes
sin lluvia que los apague.
Tú eres para mí,
el fino aliento de la aurora
y un abrazo de sentimientos mansos.
Llueven mis ojos,
eres en mis días de tormenta
la claridad ladina que perfora nubes,
la placidez del agua que en mi piel revolotea.
Y toda esa cosquilla
que se mueve por mi sangre
te llama
y te siente mío
para siempre.
Llueven mis ojos,
tú no estás conmigo.
No somos del aire que perdura.
Somos tiempo,
raíces ocultas, encanto ajeno.
Bosques poblados de pinos y eucaliptus,
entre cuyas hojas
mi mano se despide,
extendiendo las palmas al horizonte.
Estoy triste, llueven mis ojos,
estoy en una sombra apesadumbrada y oscura.
Formas efímeras de hierba
con las que mi mano convoca
las alas del otoño
te busco,
te deseo,
con todo mi cuerpo atormentado y sin luz.

“Frente al papel en blanco
armo un rompecabezas de palabras
por colores y formas
separo las piezas
y acerco sus bordes
ya el poema reposa
quieto y en silencio.
La poesía está en todas partes
y no se deja ver”
 







Amor y ruidos




La ciudad nos tira sus ruidos
y en la penumbra de nuestro nido de amor
de mariposas tiernas
tú y yo…
y las caricias desbocadas.
Amor y ruidos,
un bramido rompe la calle,
vieja y de piedras.
Nuestro amor como pájaro sin alas
se acurruca en nuestras bocas desarmadas.
Canta el río sinuoso,
mojado de tipas y empedrados.
En la sed del silencio
y el anhelo
como lenguas de fuego,
 se consumen nuestras formas,
fundidas en un tiempo inagotable.
Amor y ruidos.
Frenadas, humo, arranques,
voces, placer.
Caricias que desgarran,
besos que dibujan
nuestros rostros temblorosos.
Es la ciudad que vive,
mientras va muriendo.
Es el amor que muere cada noche
para nacer…
y volver a morir a cada instante.

“Fue allí donde comenzaron
los secretos,
lo prohibido,
el declive de la vida.
¿Cómo hacer para deshacerme de ti?
Sí por entregarme desaforadamente
¿me perdí y te perdí?”