Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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viernes, 27 de junio de 2014

Florecer del alma

La Plaza del Amor


¿Por qué lugar de esta plaza
 impreciso y misterioso
se entra al interior de nuestra alma?

Es un lugar secretísimo,
 leve, amplio,
donde imperceptiblemente
se deslizan los sentimientos más íntimos,
los desconocidos
por el resto de las almas mortales,
 quietas,
 en sus bancos de siempre pensando en el ayer.

Una vez,
hace tiempo,
 sentí un cosquilleo suave,
 ineludible y es que la plaza de mi alma
se había abierto hacia lo lejano,
buscando lo que más importa en la vida,
el amor que nos inunda de fe,
esperanza,
 caridad.

Plaza de silencio
 que nos llega hasta el alma
sin saber de qué ruidos está hecha:
 pelotas girando,
trompos danzarines,
cometas entre árboles,
 tintineando bolitas multicolores
 entre el suave pasto.

Plaza por donde sin sombras
 pasan las letras antiguas,
lengua del paraíso,
 sones primeros,
vírgenes y en el aire del mundo
 se estrenan en los rincones
 los nombres de los gozos primeros,
que se olvidaban luego para llamarlo
 todo de otro mundo al hacerlo otra vez:
nuevo son para el  júbilo nuevo.

En ese paraíso de los tiempos del alma,
la plaza en paz deja amores
 y nombres en realidades sin huellas,
sin memoria ni en signos,
percibiéndose apenas,
 nítidos y momentáneos.

La plaza como extensión abierta
de la gracia y de la melancolía,
 nos dejó trasegar la ternura de los campos,
 las acequias del celo de la esperanza,
la tierra amedrentada y firme
 como prado de libertad,
honda muralla sin sonrojo
que corre por las venas
al seno de la comunidad.

Cerca,
muy cerca de la plaza el alma
en antiguo brocal de musgo y verde
 arrebata el deseo creciente
 de las aguas entrando despacio,
muy espacio al mirar de los ojos tiernos.

Otras sensaciones mueven en mi pecho
 la plaza dulce y virgen
que en ilusiones vuela a mis sueños
 y nos olvidamos de sus grietas,
sus baches,
sus surcos,
sus zanjas,
 sus charcos que en un mar alado
 de geográfico equilibrio
nos lleva al mundo real
y cósmico de esta vida.

Conservamos los labios
sobre el borde de sus senderos
y esperamos que nazca el verde
que refresque nuestros sentidos.

Y en el largo alumbrar del movimiento,
 la plaza,
 lentamente,
 hace sin sonidos las notas del silencio,
 quemando los caminos cerrados,
curvos,
para que el alma alce vuelo sin dudas,
ahogando en desazón el pensamiento,
deteniendo las horas
y la ramazón elástica del viento.

Tú,
plaza,
déjanos ir por el aire tibio y perfumado
que nos invita entre ramos verdes
 que cercan nuestro sosiego aquietando
 nuestras ansias entre laureles florecidos.

Eres tú,
plaza del alma quien corona
 los vientos serenados
y donde boga el sol
con sus cánticos unánimes,
 el brillo de nuestros bienes ya logrados,
 atravesando tus curvas,
tus rectas,
 tus círculos para que el aire llene
 el vuelo de los ángeles en la plaza del amor.

Tengo un sueño


Tengo un sueño,
la felicidad inminente está llegando
como el regalo esperado
y mi cuerpo tiembla
y mi alma clama
sin dolor de espera.

El amor viene desde lejos,
hollando cielos, nubes,
estrellas que alas leves
transportan desde el horizonte remoto
acercándose de prisa,
pero tardando todavía
porque procede del más allá.

Tengo un sueño:
de que el amor me ha elegido,
me ha dicho:
¡soy yo! ¡voy!
y suya me siento
antes de su llegada,
franquea las puertas de mi alma
que hasta ahora cerradas,
herméticas y vírgenes
estaban sin esperar lo más ansiado.

Soñadora soy o
¿es que es sólo un sueño? no,
porque en extraños paisajes
peregrinos y perspectivas
nunca imaginadas
lo vi venir hacia mí
por senderos lejanos y ciertos.

Sueño ahora
forjar un poema nuevo, audaz,
con palabras escogidas con precisión,
ritmos mágicos,
sonoros.

Rimas ricas
en campanilleos de plata
que repercutan en ecos lejanos
y lleguen allí donde está el amor
buscándome desde sures y nortes.

Tengo un sueño,
que me consume
de felicidad esperada
y en mi mente,
sílabas dulces
como el sabor de un beso,
surgen de continuo
con extrañas músicas
de laúdes y violines,
dando una luz vaga
a las hondas lejanías
donde el amor viene
y despacio me encuentra
en un espacio envuelto en palabras.

Dolor del Alma


¡Oh!
cuanto tiempo silenciosa el alma,
ni un gemido se escucha,
ni una queja.

El tiempo vuela
con alas de golondrina
cuando debería quedarse quieto
y parece inmóvil
cuando debería volar.

Dolor del alma,
cuando al quererlo
la suerte se mezcla
en nuestras vidas.

De la ausencia,
las penas desconocidas
y envueltas en el misterio
que subyugan,
van con rapidez que asombra,
van llevando ilusiones a la sombra.

Dolor del alma,
con un péndulo inmóvil
que ya no cuenta las horas
que se van,
no siente los minutos
cadenciosos a golpes
del corazón que adora,
aspirando la magia
embriagadora de tu amoroso afán.
¡Abandóname dolor del alma!

Llévame a la intensa voz de ternura,
que vibra en el alma de mi amante,
como entre la noche oscura
una campana distante
nos busca para encontrarnos
entre recuerdos perdidos
de angustias y desengaños.

¡Dolor del alma!
crece como una alta llama,
envuelta en gasas y tules blancos
y me lleva por encima de ocaso
a otros mundos buscando la paz,
el sosiego,
¡no más penas desconocidas!
que se mezclan en nuestras vidas.

¡Sí la luz al alma!
¡Sí que aparezcan
en nuestro mundo interior,
luces, músicas y poemas
de amores eternos!

¡Dolor del alma!
¡Vete pronto!
¡Déjame encontrar
el cariño dulce y tierno
que dé a mi alma
calmas hondas y vívidas ternuras,
besos puros y dichas profundas!

Y así poder seguir
escribiendo mis poemas
a los que entrego mi vida,
los vivo como un anhelo
porque soñadora soy.

¡Dolor del alma,
ya no más!,
pondré música a mis palabras
y así la brisa suave y breve
los llevará hasta ti,
amor esperado por siempre.