Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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sábado, 5 de septiembre de 2015

Dolor y desesperación


Al cielo me deslizo


Al cielo me deslizo
contigo entre tus brazos,
quiero ser en tu vida
algo más que un instante,
algo más que una sombra
y algo más que un afán;
que una vehemencia,
un ansia.

Al cielo me deslizo
y dejo en ti una huella imborrable,
un recuerdo constante
y una sola verdad
palpitando con temor  a abandono.
Ser en todo
y por todo complemento de ti.

Al cielo me deslizo
y me hundo muy despacio
en el paraíso cierto
para ser tuya llegando a ti
hollando nubes,
rasgando velocidades de luz de estrellas,
decidida escogiendo cuerpo,
sitio y hora.

Al cielo me deslizo
con los ojos bien abiertos
esperando la dicha
franqueando todo lo imposible puertas,
rejas y cornisas a mi paso,
con un gran temblor de víspera
y de alba.

Lo fácil en el alma
es lo que tiembla al sentir llegar el amor
porque para que llegue
hay que ir esperándolo bien desnudos,
tensas las fuerzas vírgenes
dormidas en el ser.

Al cielo me deslizo
con una sed infinita de caricias y besos,
quiero ser en tu vida
una pena de ausencia,
un dolor de distancia,
un ansia de amar,
algo más que una imagen
y algo más que el ensueño
que venciendo caminos
llega y se detiene ya.

Al cielo me deslizo
quiero ser el fin y el principio,
la tiniebla y la luz,
la tierra y el cielo
y en tu vida anidar diciéndote
en mi verso:
tú que tienes la palabra exacta
y los silencios largos.

Al cielo me deslizo junto a ti,
con las señas de la playa,
entre auroras con espumas
con nubes en los ocasos,
para  entregarme a tu resplandor dorado
sintiendo las dichas
de lo que es este milagro.

Al cielo me deslizo
y nuestro amor
va por el aire de los ojos,
entre el vivir y el recuerdo,
suelto,
flotando para que esté mejor guardado
el recuerdo del ayer
y del mañana.

Nació nuestro romance


Nació nuestro romance
como una ráfaga,
violenta, como un huracán vertiginoso,
desde lugares distantes.

Fue como una nube,
tal vez una corriente renovada,
fue como estrella,
como lucero que brilla,
que titila y parpadea.

¡Ah, nuestro amor!
Fue un viento pasajero,
fue como el mar,
más bien como marea.

Nació nuestro romance
y se clavó como una espina o dardo
sin dolor en la hondura de nuestros corazones,
es como el bello canto de la alondra,
es como un sol que en el ocaso se desliza.

Hoy nuestro amor
se torna transparente y es nuestro presente.
Nació como un manantial puro
y virgen de la montaña,
recorriendo caminos diferentes y pendientes
hasta llegar al remanso de paz.

Nació nuestro romance desde lontananza,
más allá del cosmos
y se fue acercando para unirnos cada vez
en forma más entera y profunda.

Nos buscamos hasta en la penumbra,
donde nuestras almas
en dicha total se encuentran
y nos vamos lejos, juntos,
a estar en completa comunidad de espíritus.

Entre ríos de música
y lluvia de pétalos de flores,
serenamente, nos abrazamos,
somos uno en dos.
Somos árbol que va floreciendo
de a poco y hoguera sin humo,
sólo con luces multicolores.
Y nos envuelve el olor de las glicinas
y de las madreselvas,
derramándose por doquier.

No dejemos que este romance termine
en espejos de recuerdos
del áureo paraíso logrado.

Busquemos esa perfecta unión
que acerca más que abrazo
o beso de nuestra vida
y de su gran proyecto de dichas de futuro,
acercándonos al presente
para darnos largas dulzuras del minuto,
del tiempo que estamos viviendo.

Desde la lejanía


Desde la lejanía,
a través de los cielos
gozamos de la esperanza de encontrarnos,
de tener la luz que no tenemos
y en ese gozo de esperar,
la felicidad nos encontrará.

Nunca más solos,
mundo de dos,
frutos de dos,
verdad paradisíaca,
inventada por nosotros entre poemas,
palabras, letras que nos unieron
como apretados hilos de plata
con sabores de mieles.

Desde la lejanía,
en mi imaginación,
camino entre perfumadas setas y retamas
y voy hacia los torrentes que caracolean
sobre las piedras resbaladizas de musgo,
entre las extensiones de brezas rojas,
entre los espesos pámpanos
donde se posan las alondras.

Desde la lejanía al despedirnos,
nos separamos con ansias
ya de otra luz de encuentro,
para gozar el vivir
que hasta ahora ha sido trémulo,
presentirse jubiloso
como promesa eterna de amar.

Desde la lejanía,
pero tan cerca que vibraremos
con inquietudes,
con vehemencia,
con honduras plenas de sinceridad,
amándonos alma con alma,
corazones cálidos que anidan
el deseo de estar juntos.

Quiero tu amor como árbol florecido
y hoguera de estrellas,
río de música,
llovizna de jazmines
que por dentro me abracen,
me acaricien con esa dulzura
que tú solo puedes dar.

Llévame contigo,
vagabunda de amor,
entre tus silbidos y quejas retumbantes,
al paraíso del vendaval
eternamente unida a ti,
tú, mi felicidad,
tú mi mundo todo.