Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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martes, 23 de octubre de 2018

Tu eres mi paz


Mi verso es un gemido


Mi verso de amor es un gemido, callado,
que jamás se queja
y en las madrugadas, entre tinieblas y fríos
llega hasta el papel
donde se vierte la ilusión
de una estrofa perfumada.

Es para ti, mi númen,
mi amado por siempre,
te escribo con todo el amor
de mi alma taciturna
que como música olvidada
tiene azul resignación
y lo da todo sin pedir nada.

Mi verso es un gemido,
dulce, umbrío,
levanta mis quebrantos,
sin arrebatos y sin ruidos.
Espera que tú duermas
para decírtelo con ternura
al son de mis suspiros cadenciosos.

Es el verso que se agita
y rápido se despierta
como eco de un estampido
de una flecha musical
que arrebolada se estrella
en tu corazón amado.

Mi verso es un gemido,
moja sus alas en la transparente
esfera de la gota de rocío
en la que, absorto,
contempla la imagen del cielo
unida a la forma de la Tierra.

Cada estrofa gime y canta
y suelta su perfume
como la flor recién nacida
en los atardeceres,
bajo el canto de tus besos
y en la danza de tus brazos.

Mi verso es un gemido,
blanco y puro
que alimenta mi espíritu y mi sed
se nutre de tu presencia
aún a pesar de la distancia
que a veces nos aleja.

Mis áureas palabras,
mis letras impredecibles,
mis estrofas que nacen del alma
van hacia las nubes
para flotar en ellas,
iluminadas por luces de estrellas.

¡Versos! ¡Poesías!
Con ímpetu alado al ideal ascended
y en las estrofas verted
todo el amor escondido
en mi espíritu, mente y cuerpo, para tí, amado.

Yo mantendré con aguas descendidas
por las fieles veredas de mi pecho
el medido esplendor de tu alabastro
para que una hiedra de amor
caiga sobre mi pecho.

Mi verso es un gemido,
un no tocar el río,
apenas aire,
el blando discurrir de tu mirada.
¡Qué dicha sin sonrojo
la que corre por mis venas,
entre las lágrimas
que buscan mi pecho!

Amor callado,
en un silencio silente
escribo para ti,
con un clamor de queja y lamento
por no tenerte a mi lado.

Mi verso es un gemido,
escribo y sollozo a solas,
entre suspiros y plañideras clamo
¡Ven a mí! ¡Te espero!

Quiero versos sin lamentos,
todos para ti,
para entrar más adentro en la espesura,
desgarrando mis naves de amor
sobre la playa y así,
te daré el sellado de mi gracia
y tú, la cifra de tu nombre.

Mi verso es un gemido,
ahora más calmo, sosegado,
no hay más tristezas en nuestro aire
el que nos sigue,
mientras canto
y mi mano fuerza el hombro de la noche
para que vuelvan
tus labios a los míos.

Prefiero la noche


Prefiero la noche,
son las horas en las que amustian
las nubes vespertinas,
sobre la azul altura
del vasto firmamento.

Asómanse los astros,
cuyas luces divinas como miradas
pesan sobre mi pensamiento.
Y es mi hora,
en las que entre la voz lejana
de la campana
que con lentitud las notas
del Ángelus desgrana,
a mis hojas en blanco
 los versos de amor anidados
 en mi corazón
 se vuelcan sin cesar, con prisa
para que no sean olvidados.

Prefiero la noche,
porque mi fantasía con audacia inquieta
sin cesar te busca.
¡Oh, poesía!,
 en la nocturna soledad secreta.

Muchas veces,
misteriosa poesía,
 frases de amor dolido,
manchan mis páginas albas
en el tedio de las noches acíbaras
y vuelan por todas mis visiones de armonía
 que se ocultan cuando el cielo aclara.

Prefiero la noche,
en ella te busca mi cansada fantasía
y mis sueños se tienden como aves raras
cuyas alas exploran
hasta horizontes lejanos y oscuros
tanteando tu imagen,
la única imborrable,
 para mí por siempre.

Como solitaria misteriosa,
vago volando bajo el cielo
y sobre el mar
en la noche profunda y estrellada,
tratando de percibir tu figura
que añoro
y tu dulcísimo firmamento
y en instantes como un sueño
que se esfuma,
 creo entreverla en un revuelo de la espuma
o en los astros del Universo.

Prefiero la noche,
porque la Luna me acompaña
con su fulgor, blanco y brillante.
Mi corazón puede correr
a regiones ignotas
apareciendo en el pentagrama
vacío de mi alma
 las notas que buscaba
y no encontraba y que inútilmente
yo clamaba para inundarla de amor
como en un agitado río
entre tupido follaje.

Prefiero la noche,
con la Luna como nota errante
que parece que extravió su cantar
 pero aún así con su luz agonizante sigo,
en mi perenne búsqueda
de aquel a quien no puedo hallar,
mi ideal no encontrado.

Prefiero la noche,
 porque mis versos me aroman el alma
y los busco en los sones de liras
que van brotando
entre pasos de visiones
que conmigo los van buscando.

En algunos momentos
no responden,
no aparecen en ningún lugar
de mi mundo interno
y entonces me inquieto.

¿En qué lejanías mi númen se esconde?
¿Bajo qué estrella se guarece?
Vuelve a mí, en esta noche mía,
nuestra,
ven con el viento,
las brisas,
los astros del firmamento.

Prefiero la noche,
 quedarme un instante suspendida en lo Eterno
e ir como el viento,
nómade del existir
 transitando por la expansión del Universo.

Manto De Flores


Manto de flores,
me envuelven
con su fragante aroma
y su cadena de colores,
rojos,
amarillos,
blancos,
 lilas
y su dulce perfume
perturban mi alma plena de amor.

Entre rosas,
nenúfares,
amapolas,
azahares,
 azucenas,
almendros en flor,
dalias,
tulipanes,
calas,
aterciopelan mi cuerpo
y me inundan de dulzura y paz,
aureolan mi ambiente.

El amor es como la flor
 todavía en capullo bello
donde ha brotado pureza,
suavidad,
delicadeza,
pasión.
Manto de flores
que a su través
me lleva al mundo de tus brazos,
me siento cobijada,
amada
entre colores y perfumes.

En el aire sensual
y tibio de la tarde
me acarician sus pétalos,
es un manto dulce,
mágico,
 luminoso,
que nunca se olvida.

Como el arco de los cielos
sus olores llegan
 y crecen
y luces me envuelven
y el ángel verde
de la esperanza
me llena de alegría.

He perdido el miedo
en tus brazos
que me estrechan poderosos
con la fuerza del amor.

Manto de flores,
 el lirio de la ternura crece
en la pradera celeste
 del agua
como los nenúfares en flor
 quietos y anhelantes
que parece que esperan las canciones
que alguien los acompañe
en su danza de círculos.

Los camalotes cándidamente se asoman,
castos y libres
y las aguas nos brindan
 sus vestiduras de melodías
haciendo que nuestra total entrega
sea duradera y dichosa.

Mantos de flores,
 la lluvia se inicia ya,
 las nubes
en su tránsito lento
hacen brotar los retoños luminosos,
que crecen libres
en las ramas perfumadas
haciéndonos sentir
entre vergeles floridos,
caricias nuevas.

El radiante césped trémulo
 se viste de perlas de agua,
dando a nuestro amor
frescura
que espera botones,
capullos
y tenues lazos
que entre grises y rosas
se entrecruzan.

Manto de flores,
en la calma
de unos pétalos
nuestro amor resurge,
se retrata fiel,
entre rosales
y madreselvas
con comunicativa ternura.

Olor de nube en la flor celeste,
en la tierra verde,
en tus brazos
mis manos leves
encuentran los carmines que busco.

Manto de flores,
 feliz la nube de mayo,
que es ésta
o aquella rosa,
déjenme vivir feliz
con mi amado
entre guirnaldas florecidas,
 límpidas y libres,
y entre enredaderas
de campanillas azules
aquellas que allá se asoman.

Bajo la esmeralda temblorosa,
amado mío,
te veo
y te siento
con corona de jilgueros
y pétalos de amapolas,
siguiendo yo
alegre tus pasos
 hacia las islas
y los bosques florecidos
 del sueño.

Soy feliz,
estoy en el valle perfumado
de tu ágil cuerpo
y en tu regazo
me dejo caer
cual frágil flor
recién nacida.