Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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martes, 27 de octubre de 2015

Verte nunca mas


Tropiezos


Tropiezos oscilantes,
ondulados,
deslizantes
que me llevan a un mundo nuevo
cada día,
exhausta de ir
tras aventuras nuevas
en mi diario vivir.

Caigo,
me levanto,
vuelvo a caer
y a empezar otra vez
la ininterrumpida danza
tras lo inesperado,
lo imprevisto
que se presenta tantas veces
sin ser buscado
e interrumpe con suavidad,
con ternura,
instantes plenos de amor.

Tropiezos que siempre me conducen
a lugares misteriosos
entre hadas mágicas
y gnomos y duendes furtivos
que me guían
para poder volverme a levantar,
bien alta mi frente
y no inclinarme ni resbalar
de a poco hacia el suelo arenoso
y oscuro
donde yace la soledad sufriente.

Tropiezos, sin tregua,
los tiré en el aire diáfano
para que vayan
en volandas por el cielo
haciéndolos agua
para que llenen los cauces del mundo
con espuma desatada y áurea.

Tropiezos,
deslices que me llevan a abandonar
mis esperanzas
pero no mis prosas poéticas de amor,
las que dejaré que llenen
miles de páginas vírgenes
como bandadas de pájaros al vuelo.

Tropiezos tambaleantes,
callados
pero sentidos,
guardados en el fondo
de lo que mis manos palpan
y mis ojos tocan.
Tropiezos vacilantes,
vulnerables,
aparecen súbitamente
en cualquier instante,
en el menos esperado
y los dejo pasar
sin resistencias ni resquemores.

Suspendidos quedan,
ingrávidos,
buscando un pequeño resquicio
para hacerme vacilar
y sentir esa opresión en el pecho
que sólo el amor puro puede hacer
que los deje atrás,
en el ayer pasado.

Tropiezos,
resbalares sin culpa,
dificultades que afloran
como cactus en el desierto
o como racimos de púrpura salvaje
que cuelgan en el ceibal.

Poco a poco
los pimpollos van apareciendo
como el amor en mi alma
y el canto suave
y sonoro
que abre el sendero
a la esperanza
sin vacilaciones turbias,
sólo con certeras creencias
de que todo, ya pasó.

Querer vivir anhelando amores
en infatigable sed de calmas sin tropiezos,
con ilusiones de vida,
sin cansancios,
tan solo con un poco de felicidad
en instantes inolvidables
plenos de ilusión,
ideas, fe,
imaginación,
creando siempre
sueños de amor.

Sabores y aromas del amor


Sabores y aromas del amor,
nuestro amor florece
entre la lila buganvilla,
la blanca,
 amarilla y roja
de la gracia que,
 pensativa,
 en el conjunto de pétalos,
lleva su aroma al viento
y la cala que tiene la forma
y el declive de una lágrima,
pronta a desprenderse
de unas grandes
pupilas invisible.

Nuestro gozo es intenso,
la luna empalidece
al contemplar la naturaleza
que nos ofrece,
en un estremecimiento contemplativo,
en una mullida alfombras de tréboles
y el manantial su espejo
donde nos mecemos suavemente.

Al morir el sol,
en el ocaso,
nuestros anhelos se desangran
en resplandores de sabores
y aromas del amor
entre alpinas rojas
y heliconias naranjas,
rojas y multifacéticas.

Néctares de amor,
sabores que inundan
nuestros poros
y llegan con deliciosa ternura
a nuestras almas anhelosas de amor
 entrelazándonos entre labios húmedos
de perfumes,
 entre carambolas suaves de sabor
y color diferente,
verdes y blancas.

Sabores del amor
que nos llevan a ser dos,
unidos por la acidez del maracuyá,
la dulzura de la melancia,
 lo agridulce del abacaxi
y la frescura de la Eugenia.
Sabores que inundan como ríos
nuestras venas
y nos llevan
 por senderos ondulantes,
transparentes,
a nuestro nido de amor.

Amantes de colores nuevos
y aromas de blancas bromelias,
rojas equisorias
que como una sola flor une sus pétalos
 en un gran resplandor rojizo
 y entre estos aromas
vivimos entre gozos y dichas,
 lejos del mundanal ruido
y ecos repetitivos
que nos permiten comunicarnos
hasta lo hondo del alma.

Silencios sin ecos,
entre perfumes envolventes
y sabores deleitantes
que  nos transportan
en tan sólo instantes
a sentirnos más unidos
en verdes hojas
del follaje del bosque,
moviéndose
 al compás del viento
que nos arrulla y acuna
en este paraíso único que vivimos.

El tierno mangostán
une nuestros labios
con gusto a manga y a cacao.
Sabores y aromas del amor
que como gotas minúsculas
invaden nuestro cuerpo
y nos hacen amarnos
con total intensidad.

Nuestra intimidad secretísima,
trémula de dicha
se rinde ante tanta belleza,
colorido,
hallazgo necesario
para que nuestros besos
vayan más lejos,
estrechados y plenos.

Lo dulce del gusto
y la vertiente de los olores
arriban a nuestra carne
transcorpórea del cuerpo
y ya quedan en nuestras almas
como campos florecidos
entre azahares
de frutos esperados.

Y el zumo vital
es el agua nuestra,
 que fría corre
desde nuestra boca
 por nuestra piel,
haciendo que el amor,
 renazca cada día
con nuevo y renovado
sabor y aroma.

Todo de mí


Todo de mí,
soy tuya,
mi alma y mi cuerpo.

Te busco entre el follaje de tu prado
y en el fresco temblor del rocío
e indago por el mar
por mí cantado.

Todo de mí
te pertenece,
tu estás en el verde levantado del árbol,
donde pierdo mi albedrío
y en el viento caliente del estío
y en la orilla del mar enamorado.

Todo de mí
es para ti,
y así voy por veredas de la tarde,
perdida para siempre en tu embeleso,
sin sentir el cercado de tus ramas
ni ver tus fuegos que en los fuegos arde,
te llamo hasta quebrar mi voz
¡ven conmigo!
¡No me dejes!
¡Todo de mí es tuyo!
Ya que si no estás a mi lado,
mi corazón se desangra.

Tan de cristal y oro perfumado
que te cerca la garganta,
que temo despertar en tus pupilas
por no apoyar mis ojos en el aire.

Todo de mí,
me siento dentro de ti.

Tú arriba, ingrávido, leve,
salvado ya de ser vida tú mismo
para vivir en el cielo monosílabico
del puro arranque de sentirme tuya,
de la chispa que de la nada se prende,
vivirás.

Todo de mí,
siento que hasta tu sombra me pertenece,
ayer la acaricié
¡qué extraño fue!

Pienso en tus caricias,
mimos, suavidades en mi piel,
que corren hambrientas
para recorrer todo mi cuerpo.

Todo de mí,
hasta tu perfume, tu sonrisa
que está conmigo
y sigue siempre clavada en mis ojos.

Necesito que cada mañana
tu aliento de cigarra,
 anude mis ojos abiertos
en la penumbra quieta.

No estás,
pero sí en mi mundo interior,
todo unido a mí,
como un ovillo de amores vírgenes,
plenos de alegría y paz.

Todo de mí,
es una brizna viva
en tu letargo de cariño.

Quiero morir en tu calor
para nacer en tus atardeceres
bajo el canto de tus besos,
en la danza de tus brazos,
¡tómame, todo de mí es tuyo!