Presagios tormentosos, ¿es que acaso la tormenta, furiosa y creciente en el cielo oscuro y misterioso abruma nuestro amor o a la inversa lo acrecienta entre los truenos y los relámpagos?
Palpita un viento ardiente como el que sopla de un gigantesco incendio y una tromba guerrera brama truenos que prestos estallan en aullidos de airadas tempestades.
Presagios tormentosos, el cielo, impenetrable y duro nos hace unirnos en un abrazo total y apretado como queriendo alejar el escudo de granito que se nos acerca queriendo hundir el mundo con su enorme paso.
Parecen descender del infinito invisibles espíritus blandiendo espadas de relámpagos y nosotros corremos manos entrelazadas, pies desnudos buscando una cueva secreta para encontrar el refugio ante esta majestad abrumadora que nos hace desfallecer ante la belleza y el miedo.
Nuestro amor se agiganta ante tanta inmensidad que hace retemblar el firmamento.
Presagios tormentosos, el perfume de la tierra mojada nos inunda al peso de sí misma, después irá veloz como un meteoro al fondo del abismo.
Con galas de volcán, el sol radiante en niebla roja de fulgor metálico traspuso lentamente el horizonte y nos asombramos ante la llegada de una noche sin astros, entre las sombras, la tormenta avanza rodeada de grises nubarrones.
De pronto, el viento silba más agudo y la tierra se puebla de visiones, buscando en vano nuestras miradas un salvador escudo.
Ya los truenos errantes retumban con salvajes estampidos.
En tropel se suceden los relámpagos a cuyo parpadeo la tierra, loca de pavor, se humilla.
Presagios tormentosos, la tormenta está aquí, entre nosotros, chocan los truenos entre sí y estallan.
La tempestad en sus furores crece, es más viva la lumbre del rayo, mundos hechos campanas que repican por todo el firmamento conmovido.
Cuando se apaga la lumbre de un relámpago, se puebla la noche de una sombra, tan oscura que nos oculta a los dos como dos figuras misteriosas e inexistentes.
Se desata la lluvia, bajo el soplo de un viento huracanado que sacude los árboles, diluvia y nosotros bajo el agua como fantasmas aturdidos, corremos y danzamos entre truenos y viento.
¡Por fin, desde la altura de un cielo azul profundo, las estrellas de cándida hermosura, llenas de compasión y de ternura dejan caer sus luces sobre nuestro mundo!
Presagios tormentosos que nos lleva a unirnos más en un revuelo de besos bajo un manto tembloroso a la tibieza de nuestro nido dejando lejos la fiera luz de las voces de huracanes lejanos.
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