Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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viernes, 22 de febrero de 2013

Daga hiriente


Daga hiriente, atravesó mi corazón y traspasó los límites de mi cuerpo en mi mundo frágil, me hirió muy dentro, lastimando mi Yo íntimo.
Hemos vivido juntos, el tiempo se contaba apenas por minutos, un minuto era un siglo, una vida, un instante de amor.
Nos cobijaban techos, menos que techos, nubes, menos que nubes, cielos, aún menos, aire, nada.
Daga de dolor, inmenso océano de lágrimas inundó mares y ríos.
Galerías enormes de congojas, pesares, tristezas, sin pisadas de dos, ni estelas recordadas.
Daga hiriente como punzantes flechas afiladas cursaron el aire y traspasaron mi pecho dejando heridas punzantes en el alma y las manos vacías y yertas de amor.
Mi lecho de nubes, nido de amor quedó vacío, sangrante, frío, solo.
¿Será este minuto próximo o mañana o en el borde mismo ya del jamás donde tu carne y la mía, mi nombre y el tuyo no se encontrarán?
Daga hiriente, de pesar, de un latiente sufrir que hace brotar lluvia de llanto entre mantos de niebla, húmeda de cristales, de hielos lacerantes que se hunden en mi espíritu, sin fecha y sin nombre.
Hoy, nuestros besos están solos en el nido vacío y sangrante.
No queda nada, absolutamente nada del ayer vivido entre cantos, poemas, músicas, sólo queda este dolor agudo, lacerante, tétrico que reboza y agita mi espíritu sintiendo la vida como un sueño trémulo, no vivido.
Daga hiriente, estoy al otro lado de los sueños que soñaba a ese lado que se llama la vida que se cumplió.
Y ahora de tanto haber realizado nuestro soñar, nuestro cuerpo está en dos  cuerpos.
El mío herido, cuajado de orlas negras. Mi espíritu desdichado, acongojado, no puede volar alto, las tinieblas lo rodean, le impiden ascender a lo alto buscando la paz imprescindible para nuestro existir.
Daga hiriente que por milagro me escapa de tantas agonías soslayando en laberintos del alma fugitiva, lugares secretos donde me lastiman y hieren.
Me refugio en cuevas oscurísimas para no sufrir sin sentir mi cuerpo en el que el dolor pueda dolerle buscando lugares sin espinas entre tinieblas con luces esquivas.
Mi mundo interior lleno de esperanzas marchitas, sufre entre ilusiones perdidas y sin tocarme apenas rozan mi frente alas de profecías.
Me siento herida de muerte sin heridas, me abandonaste, ya soy parte del tiempo de tu olvido.
Necesito que mis dudas se disipen, ver la aurora en fiestas nacarinas, en rosas, en albores, el tiempo que perdí sufriendo.
¡Desaparezcan palabras vividas!
¡Encuéntrenme mañanas sin neblinas!
¡Que se acerquen dichosas tardes otoñales entre frondas verdicientas!
¡El amor me espera, con nuevas pasiones y ardores sin fin!

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