Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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martes, 5 de febrero de 2013

Tropiezos


Tropiezos oscilantes, ondulados, deslizantes que me llevan a un mundo nuevo cada día, exhausta de ir tras aventuras nuevas en mi diario vivir.
Caigo, me levanto, vuelvo a caer y a empezar otra vez la interrumpida danza tras lo inesperado, lo imprevisto que se presenta tantas veces sin ser buscado e interrumpe con suavidad, con ternura, instantes plenos de amor.
Tropiezos que siempre me conducen a lugares misteriosos entre hadas mágicas y gnomos y duendes furtivos que me guían para poder volverme a levantar, bien alta mi frente y no inclinarme ni resbalar de a poco hacia el suelo arenoso y oscuro donde yace la soledad sufriente.
Tropiezos, sin tregua, los tiré en el aire diáfano para que vayan en volandas por el cielo haciéndolos agua para que llenen los cauces del mundo con espuma desatada y áurea.
Tropiezos, deslices que me llevan a abandonar mis esperanzas pero no mis prosas poéticas de amor, las que dejaré que llenen miles de páginas vírgenes como bandadas de pájaros al vuelo.
Tropiezos tambaleantes, callados pero sentidos, guardados en el fondo de lo que mis manos palpan y mis ojos tocan.
Tropiezos vacilantes, vulnerables, aparecen súbitamente en cualquier instante, en el menos esperado y los dejo pasar sin resistencias ni resquemores.
Suspendidos quedan, ingrávidos, buscando un pequeño resquicio para hacerme vacilar y sentir esa opresión en el pecho que sólo el amor puro puede hacer que los deje atrás, en el ayer pasado.
Tropiezos, resbalares sin culpa, dificultades que afloran como cactus en el desierto o como racimos de púrpura salvaje que cuelgan en el ceibal.
Poco a poco los pimpollos van apareciendo como el amor en mi alma y el canto suave y sonoro abre el sendero a la esperanza sin vacilaciones turbias, sólo con certeras creencias de que todo, ya pasó.
Querer vivir anhelando amores en infatigable sed de calmas sin tropiezos, con ilusiones de vida, sin cansancios, tan solo con un poco de felicidad en instantes inolvidables plenos de ilusión, ideas, fe, imaginación, creando siempre sueños de amor.

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