Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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jueves, 11 de abril de 2013

El día que florecieron los naranjos


Ya florecieron los naranjos. ¡Mi vida toda es una flor abierta y perfumada! Me sonríe a mi el sol o la noche, el amor se acerca. 
¿Rueda para mí el mundo jugándose estaciones naranjos en flor, floridos vergeles?
La belleza de los naranjos vive por encima del mundo como el lucero del gran sino de amar en la gran altitud donde todo es silencio. 
El día que florecieron los naranjos, mi alma se abrió dejando atrás afanosos tropeles de anhelos y palabras truncas. 
Florecieron en las mañanas, sin deshojarse, entre hierbas temblorosas y níveos azahares. 
Fue una avalancha de luz en la ternura de mi espíritu, un instante que desangró en magia.
El día que florecieron los naranjos, nosotros, sí nosotros, amando fuimos los amantes entre suspiros que ahogaron las mareas, en vaivenes de colores iridiscentes, entre dos exóticos velos enlazados en la cumbre de la insinuación.
Nada podrá recrear el bronce tibio y dorado en las palabras entre los naranjos florecidos y las manos desbordadas de perfumes, colores, néctares sublimes que llegan al alma.
El alba se posó en la copa de los naranjos florecidos y como de un sueño me despertó, me pobló de aromas y de mariposas, perfumó mi todo y me acercó al verdor de la esperanza que el amor me traería.
Las flores, entre suspiros, fueron desprendiéndose de tanto amar, pero sus frutos fueron dando lo que necesitaba para no sentir el miedo de dar y perder.
¡Ay amor, el día que florecieron los naranjos, el agua de la acequia iba llena de sol en el vergel cantaba un ruiseñor! y tú y yo nos amamos bajo los naranjos en flor y nuestros besos fueron como sus frutos plenos de gozos y de placer. 
Sueño con mirar en tus ojos tristes flores rozagantes… del alba, el color. 
Quiero en tu sonrisa la fruta exquisita, del mar los arrullos, de un jardín, su olor…
El día que florecieron los naranjos, fui tuya por fin y te sentí cerca de mí en mares de sonrisas y ternuras sin fin.

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