Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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jueves, 14 de mayo de 2015

La noche triste


La noche triste,
 quejumbrosa,
galopa entre las oscuras nubes
tras un rayo,
 un trueno,
dejando en el horizonte
cenizas de penas.

La noche galopa dando brincos,
luces de estrellas
en sus cascos negros.

Me interno en ella,
el miedo me rodea,
busco entre luces
alguna luz que me guíe
hacia el sendero,
ese, el que vi en sueños,
que entre árboles ralos
me llevaba hacia la luz.

La noche triste,
 entre golpes de resplandores rojos,
crepusculares,
da vida, sin quererlo,
a pequeños brotes de bambú,
de caléndulas,
de siempre hermosas amapolas,
dando a mi alma
resquicios de calma,
de serenidad,
de fe.

La noche triste
sigue en su galope sin fin,
levanta al cruzar mares,
cielos,
 horizontes,
un sinfín de sueños truncos,
rotos, resquebrajados
por brujas malvadas
y duendes traviesos.

Es un potro salvaje y negro
con crines al viento,
con cascos de plata
y arneses de estrellas.

Galopa en extensa llanura
donde en los confines del tiempo
su trotar eterno descansa
cuando aparece la esclarecida aurora
con sus haces dorados
de atrapante misterio.

Entonces, ese potro
hondo y negro
se desvanece poco a poco
para seguir renaciendo.

La noche triste
envuelta en niebla
da sinsabores a mi corazón.

Una sutil muselina rodea
la luna.

La suave luz de opalina
 esmerila la laguna.

La noche de negra esclavina
se desgarra en espinas de tunas.

Una luz peregrina reina
en alba bruma.

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