Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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sábado, 1 de agosto de 2015

Presagios tormentosos


Presagios tormentosos,
¿es que acaso la tormenta,
furiosa y creciente
en el cielo oscuro y misterioso
abruma nuestro amor
o a la inversa lo acrecienta
entre los truenos y los relámpagos?
Palpita un viento ardiente
como el que sopla de un gigantesco incendio
y una tromba guerrera brama truenos
que prestos estallan en aullidos
de airadas tempestades.

Presagios tormentosos,
el cielo,
impenetrable y duro nos hace unirnos
en un abrazo total y apretado
como queriendo alejar el escudo de granito
que se nos acerca queriendo hundir
el mundo con su enorme paso.

Parecen descender del infinito
invisibles espíritus blandiendo
espadas de relámpagos
y nosotros corremos manos entrelazadas,
pies desnudos buscando
una cueva secreta para encontrar el refugio
ante esta majestad abrumadora
que nos hace desfallecer
ante la belleza y el miedo.

Nuestro amor se agiganta
ante tanta inmensidad
que hace retemblar el firmamento.

Presagios tormentosos,
el perfume de la tierra mojada
nos inunda al peso de sí misma,
después irá veloz como un meteoro
al fondo del abismo.

Con galas de volcán,
el sol radiante en niebla roja
de fulgor metálico
traspuso lentamente el horizonte
y nos asombramos ante la llegada
de una noche sin astros,
entre las sombras,
la tormenta avanza rodeada
de grises nubarrones.

De pronto,
el viento silba más agudo
y la tierra se puebla de visiones,
buscando en vano nuestras miradas
un salvador escudo.
Ya los truenos errantes retumban
con salvajes estampidos.
En tropel se suceden los relámpagos
a cuyo parpadeo la tierra,
loca de pavor,
se humilla.

Presagios tormentosos,
la tormenta está aquí,
entre nosotros,
chocan los truenos entre sí
y estallan.

La tempestad en sus furores crece,
es más viva la lumbre del rayo,
mundos hechos campanas
que repican por todo el firmamento conmovido.

Cuando se apaga la lumbre de un relámpago,
se puebla la noche de una sombra,
tan oscura que nos oculta a los dos
como dos figuras misteriosas e inexistentes.

Se desata la lluvia,
bajo el soplo de un viento
huracanado que sacude los árboles,
diluvia y nosotros bajo el agua
como fantasmas aturdidos,
corremos y danzamos
entre truenos y viento.

¡Por fin,
desde la altura de un cielo azul profundo,
las estrellas de cándida hermosura,
llenas de compasión y de ternura
dejan caer sus luces sobre nuestro mundo!

Presagios tormentosos
que nos lleva a unirnos
más en un revuelo de besos
bajo un manto tembloroso a la tibieza
de nuestro nido dejando lejos
la fiera luz de las voces
de huracanes lejanos.

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