Mi Verso es un Canto

Mi verso es un canto, se desliza en mis hojas en blanco como un cisne en aguas de un lago, despacio, con ternura y paz.

La tarde pura de mi verso me da gozo al corazón y calma a mi alma.

Mi verso son lentas escrituras como el humo gris de las fogatas que lleva el viento sur por las noches hacia las estrellas.

Mi verso es un canto de campanas al vuelo, que trepidan el aire con su música de plata.

Solas las palabras con suspiros en suave tiempo imaginario rumorea una cadena de flores en transparencia de sueños.

Mi verso es un canto, nace de un corazón de agua y miel en una cascada de sonrisas y vaga llegando a las hojas que lo espera con música del alma.

La inspiración mana sin saber por qué y las palabras fluyen con acordes melodiosos recorriendo la corriente de mi mente como voces que parecían enmudecidas de los tiempos inmemoriales y que de pronto, como por milagro, recorriendo un largo camino aparecieron dando señales de existencia en pedazos de hojas desteñidas por el tiempo.

De mis ríos interiores, bien oculto estaba el verso durmiendo la esencia de su ser, despertó en una luz que estaba retenido en pimpollo en mi alma que al infinito ahora se alarga.

Mi verso es un canto, como hilos que conectan las estrellas y el mundo, como niebla que se fuga a las nubes más allá del horizonte.

Mi verso es un canto, como veladas voces cuyo velo aparto para que purificadas y transfiguradas se van en el aire meciendo su esencia y llegan desde lo hondo con delicadeza y alegría, como gotas de agua, despacio y de a una, al papel donde bailan una danza sin fin.




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lunes, 24 de octubre de 2016

Llueven mis ojos


Llueven mis ojos,
la lluvia desgrana
el gris celeste de mi mirada.
Mi angustia se prende
en cada gota pordiosera
que me regala el recuerdo
de tus ojos plomizos y aleteantes
sin lluvia que los apague.
Tú eres para mí,
el fino aliento de la aurora
y un abrazo de sentimientos mansos.
Llueven mis ojos,
eres en mis días de tormenta
la claridad ladina que perfora nubes,
la placidez del agua que en mi piel revolotea.
Y toda esa cosquilla
que se mueve por mi sangre
te llama
y te siente mío
para siempre.
Llueven mis ojos,
tú no estás conmigo.
No somos del aire que perdura.
Somos tiempo,
raíces ocultas, encanto ajeno.
Bosques poblados de pinos y eucaliptus,
entre cuyas hojas
mi mano se despide,
extendiendo las palmas al horizonte.
Estoy triste, llueven mis ojos,
estoy en una sombra apesadumbrada y oscura.
Formas efímeras de hierba
con las que mi mano convoca
las alas del otoño
te busco,
te deseo,
con todo mi cuerpo atormentado y sin luz.

“Frente al papel en blanco
armo un rompecabezas de palabras
por colores y formas
separo las piezas
y acerco sus bordes
ya el poema reposa
quieto y en silencio.
La poesía está en todas partes
y no se deja ver” 

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